domingo, 31 de enero de 2010

Marría, you got to see her

Me lo venía tomando bien.
Pero finalmente llegó.
Y sí, justito cuando empiezo a ver las fotos de mi Facebook-amigos que se fueron de vacaciones.
Pensé que iba a ser una heroína.
Pero no.
Mi nostalgia por mis no-vacaciones ha llegado.

Una vez estaba viendo una entrevista que le estaba haciendo Catalina Dugli a Joaquín Furriel y le estaba preguntando cómo fue la experiencia de irse unos meses de mochilero a Asia (o algún otro lugar exótico, no recuerdo bien). Y él contestó que lo que más le gustaba de viajar era la sensación de suspensión de la realidad.
Esa frase siempre me revolotea por la cabeza cuando viajo. Porque describe perfectamente la sensación. Uno deja de ser uno. O más bien, es el mismo pero en una versión "recargada".

Estando de vacaciones he hecho millones de cosas que no hubiese hecho estando en mi vida ordinaria ( no hablo de hacer un streap dance en la barra de un bar eh, no tengo anécdotas taaan jugosas). He hablado con gente que jamás en la vida hubiese hablado de no estar lejos de casa. He ido a casas de desconocidos. He ido a fogatas clandestinas en las playas serranas con niños de 16 años. He tenido más levante que todo el resto del año.

Estando de vacaciones uno deja la mochila de todos los días en casa. Y carga otra mochila. Una mochila temporaria, que lleva pocas cosas desde casa, pero que, por esa misma razón, cuenta con lugar para las cosas que traemos de las vacaciones (quienes vieron "Amor sin escalas" van a acusarme de una simple ladrona de analogías).

Hace un par de años me fui de vacaciones con mi amiga Val a los Estados Unidos de Norteamérica, a recorrer California.

Cuando alguien me preguntaba cómo me llamaba, yo le decía "María Eugenia"; en ese mometno seguía sosteniendo mi postura de utilizar mi nombre completo, porque me gusta y mis padres lo eligieron por algo. Además, me parecía que alguien se tenía que ganar mi confianza para empezar a llamarme "Maru". Ahora ya suelo presentarme diciendo "Maru, como Maru Botana"; decidí proveerle al mundo un poco más de mi confianza.

El asunto es que, como mi nombre es muy largo, terminaban llamandome Maria, pero en inglés. Es decir "Marrrría". Sí, como la canción de Blondie.

A mí me empezó a gustar mucho que me llamen así. Me hacía sentir otra persona. Era mi alter ego. Marrría era mucho más copada que Maru.

El tema que es el viaje duró sólo un mes.

-Ahora, cuando vuelva a Buenos Aires, no voy a ser más Marrría-le dije a Val.
-Vas a volver a ser Maru- me dijo Val.

Necesito tener mi dosis al año de Marrría. La extraño.

2 comentarios:

  1. Reitero que me encanta aparecer en tu blog. Y quizas, si se da, en alguna ocasion nos vayamos a algun lugar remoto y dejes de ser maru nuevamente no??

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  2. val fue re mala onda contestandote eso...

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