jueves, 17 de junio de 2010

Despertar de ilusión

Me puse el despertador 8.20 hs, sabiendo que seguramente Goli iba a venir 8.29 a despertarme. Soñé que me perdía el primer tiempo porque me quedaba dormida y que mi papà se quedaba dormido también.

Me hice un café con leche y galletitas con mermelada, y me senté con Goli a mirar el partido. Ya iba por el minuto 6.

Mi papá ayer fue a un nutricionista , al que fue el cadete que trabaja con él, que parece ser muy efectivo y que da una dieta bastante curiosa. Cuando me senté estaba comiendo una suerte de tortita.

-Esto me lo dio el dietólogo.- mi papá tiene ese vicio de la gente de otra época de llamar las cosas con otros nombres. A los cantantes les dice cantores y a los nutricionistas les dice dietólogos. - nada de fruta puedo comer.

Gol de la Argentina, en contra, sin sabor, y sin onda.

- Puedo comer todo el fiambre que quiera. Salvo el queso que lo tengo medido.

Mi papá cuando tiene una novedad no deja de hablar de eso: cuando descubrió los beneficios de la sidra porque tenía menos calorías que el resto del alcohol, era un fundamentalista de la sidra, y le hablaba a todo el mundo de eso.

Con este "dietólogo" viene rompiendo hace un montón. Fue ayer por primera vez, pero hace como un mes y medio nos viene contando todo lo que le contó el cadete: que bajó 25 kilos en dos meses y que puede comer un montón de carne, pero nada de verdura. Y que casi todos en la oficina van a ir.

-Ningún tipo de caramelo de ninguna clase puedo comer.

El partido seguía

-Nada de alcohol ni de gaseosa. 2 litros de agua por día. IN-DIS-PEN-SA-BLE

Seguimos delante del televisor. Goli da vuelta la cabeza y con la cara tan iluminada como el día del primer partido del mundial dice:
-Puedo comer un bife de chorizo con huevo frito.

Claro énfasis en la palabra huevo frito.

-Puedo comer cordero, lechón. Cualquier animal con cuatro patas.

Gol de Higuaín. Qué fuerte que está.

-Qué lindo que es.- le digo- Encima le ponen esa camisetita toda ajustadita.

-Yo también uso camiseta ajustada.

-Pero a vos no te queda otra que usarla ajustada - le digo yo, gastándolo.

Gol de la Argentina. Esta vez uno lindo.

Me da un poco de pena Demichelis porque se habla de su error en la misma medida en la que se habla de los cuatro goles.

Entretiempo.

Los tres goles de mi galán.

Mi corazón tiembla. Porque las experiencias pasadas dicen que después de un buen partido, los muchachos se confìan. Y pierden la humildad. Y hacen agua.

Miro la conferencia del Diego, y me voy a tomar el 17 con Goli.

-Chichulines, mollejas, morcilla, todo.-siguió Goli.

Veo que un chico de esos que reparten las cosas en moto, toca el portero de un edificio y tiene puesta la remera de Messi.

Y pienso que no es sólo mi corazón el que está en juego.

sábado, 12 de junio de 2010

Ya me han roto el corazón...

Este mundial me agarró con una indiferencia total.
Decidí que los partidos los voy a ver sólo si los veo con mi papá.

Hoy sábado, me levanté a verlo sólo porque lo iba a ver en familia. Si no, hubiese seguido durmiendo.

Ni bien vino a despertarme mi papá (a quien la noche anterior le especifiqué claramente que me levante a las ONCE, no a las once menos cuarto, ni a las once menos diez, si no a las ONCE) pude ver su cara de Mundial. La cara de Goli ( mi papá, así le decimos) de Mundial es una cara iluminada.
Como no pensaba ver el partido detenidamente, fui la encargada de cebar mates.
Ni bien empezó, y cuando me di cuenta que estaba cebando mate con una indiferencia total, noté dos cosas: 1) que me estoy pareciendo a mi mamá, que va y viene durante el partido y jamás se queda sentada todo el partido, y 2) que me volví un cliché femenino, indiferente al fútbol.

Lo que sucede es que yo no era así. Cuando tenía once años tenía la pared de mi cuarto llena pero LLENA de pósters de River. Me sabía los nombres de pila de TOOOOODOS los jugadores de River (incluso el de Burgos, que eran tres: Germán Adrián Ramón; no me tuve que fijar en Google, aún lo recuerdo perfectamente). AMABA al Enzo, tenía un póster de él pegado en el cuarto, el cual me había venido con el Gráfico (porque sí, compraba el Gráfico) y lloré en el piso del mi cuarto cuando anunció que se retiraba, que fue casualmente un día antes de mi cumpleaños. Iba a la cancha con mi papá, con los amigos de mi papá y con los hijos de los amigos de mi papá todas las semanas (no cruzaba ni una palabra con ellos porque me daba mucho pudor ser la única mujer; incluso me contenía los cánticos). Fui a ver con mi papá al cine la final de la Intercontinental que jugó River en el ’96 contra Boca en China (o Japón, no recuerdo bien). Vi todos los Mundiales que recuerdo pegada al televisor. Sin pararme de la silla. Leyendo el deportivo todos los días. Emocionándome cuando pasaban el himno. Viendo la previa. Poniéndome literalmente la camiseta.

Sí, yo era esa, la misma que hoy vio el partido con total indeferencia cebando mate.

¿Qué es lo que me pasó?

¿Qué pasó con toda esa esperanza, esa piel de gallina, esa ilusión, esas ganas de creer que esta vez iba a hacer diferente?

Entonces fue cuando me acordé de lo rápido que esas ilusiones se fueron estrellando: en el ‘98, en el 2002, en el 2006. Yo volvía a creer en esos 23 guerreros. Creía que iban a salir a la cancha como fieras.

Pero me rompieron el corazón. Y no una, ni dos veces. Tres veces.

Toda mujer tiene derecho a no atenderle el teléfono o no contestarle el mensaje de texto a aquél hombre que la ilusionó una y otra vez con que las cosas iban a ser diferentes.

Toda mujer tiene derecho a resguardar su corazón.

Toda mujer tiene derecho a capitalizar los errores pasados y decirle NO a quien ya le hizo daño.

Yo, entonces, tengo derecho a cebar mate durante el partido, con total indiferencia.

Claro que, siempre mirando de reojo, como quien se reencuentra de casualidad con ese hombre que le rompió el corazón tantas veces, y recuerda exactamente por qué se enamoró la primera vez, y por qué tropezó tantas veces con la misma piedra.

Por la adrenalina. Por las ganas de creer que esta vez va a ser diferente. Y por la sensación de que, una vez más, va a valer la pena apostar a ese amor.


Nota al pie: Hay una columna que escribió Cristina Pérez, que me inspiró bastante, y que se parece a mi entrada. Más bien, la analogía que hago entre el amor y el fútbol se parece a la analogía que hace ella, dado que la leí hace un tiempo. Pueden leerla en: http://www.estoestucuman.com.ar/index.php/2010/04/14/la-tucumana-cristina-perez-conductora-de-telefe-ahora-es-columnista-deportiva-de-perfil/