sábado, 21 de noviembre de 2009

La fantasía de aquello que nunca pensamos ser










Ayer estaba hablando con mi amiga Anita sobre los reality. No los Gran Hermano. Si no los que se centran en alguna profesión y los concursantes tienen que ir atravesando desafíos. Las dos concordábamos en que había algo de ese tipo de realities que los tornaban adictivos. Desde el de las modelos, pasando por el de los cocineros y hasta el de los diseñadores de ropa. Hasta me he llegado a enganchar en uno que se llamaba "Pussicat Dolls" que era para entrar en un grupo de cabereteras con nivel de Estados Unidos.
Quizás es la curiosidad de meternos en un mundo ajeno. Soy abogada y paralelamente actriz. Probablemente un reality de abogados me aburriría, además de que porque los abogados suelen ser aburridos, porque es un mundo que ya conozco. Un reality sobre actores, quizás también. OK, quizás no me aburrirían, pero no me causarían tanta intriga como estos otros, que se tratan de mundos que jamás pensé en penetrar. Profesiones que nunca estuvieron en mi lista de posibles carreras. Profesiones que D'Alfonso (el insituto de diágnostico vocacional al que fui a los 17 años) no tuvo en cuenta al darme el resultado de mi test vocacional.

Este sábado de lluvia, prendí la tele y justo estaba Top Design.Es un reality sobre diseañodres de interiores, que Anita me comentó que estaba bueno, pero yo nunca lo había visto. Agarré los últimos quince minutos. Nunca lo había visto. Por lo tanto nunca había desarrollado ningún tipo de afinidad con ninguno de los concursatentes. Pero me quedé viéndolo.
Y me di cuenta cuenta de cuál es el compontente adictivo de estos realitites. Nos hacen fantasear por unos minutos en qué hubiésemos sido de no haber sido lo que elegimos. En qué podríamos haber sido buenos, incluso, mejores, quizás, que en lo que elegimos ser.
Una vocecita dentro de mí, decía, mientras estaba delante del televisor:
"Me hubiese dado maña como diseñadora de interiores."




domingo, 1 de noviembre de 2009

Mi héroe de domingo lluvioso

Voy a cargar nafta.
Hay un poco de lío en la estación de servicio, con lo cual los clientes estaban un poco despistados de por donde era la cola.
Me pongo por donde puedo, y al instante el chico de la estación de servicio me hace señas de que vaya a determinado surtidor. Otro auto trata de avanzar hacia el mismo surtidor, y el chico le hace señas de que no, que yo estoy primero. Me defendió y evitó que se me colen. Le agradecí.
Termino de cargar nafta, pago, y después le doy dos pesos en monedas. A lo que él responde:

-Gracias, belleza.

Gracias a vos, mi héroe de domingo lluvioso.