martes, 22 de septiembre de 2009

La reglas de mi vida

Aquí va una pequeña enunciación de las reglas que imperan en mi vida, al mejor estilo "cuando se cae la tostada, siempre se cae del lado del que está la mermelada".
  • Cuando me voy a depilar, al otro día la temperatura desciende 15 grados.
  • Cuando me compro una prenda primaveral, al otro día retorna el invierno crudo (ayer me compre una remerita roja en Zara para desarrollar un outfit promaveral. Ese episodio fue el que motivó esta entrada del blog).
  • Cuando me compro una prenda invernal, al otro día me sorprende un repentino verano en pleno julio.
  • Cuando decido quedarme un sábado a la noche viendo una peli por cable, están dando todas pelis del principio de los 90 y dobladas.
  • Cuando tengo planes para salir un sábado a la noche, justo están pasando esa peli que hace un montón tengo ganas de ver.
  • En un mismo fin de semana se me juntan cinco cosas para hacer, y tengo que dejar de ir a algún lado por mi apretada agenda, y al fin de semana siguiente no hay ningún plan de ningún tipo a la vista y mi agenda se encuentra totalmente despoblada.
  • Cuando empiezo a estar con alguien, tengo más levante.
  • Cuando empiezo a estudiar con un mes y medio anticipación para un exámen, la gripe A invade el mundo y el profesor decide que estamos todos aprobados sin necesidad de tomarnos nada y nos lo comunica por mail.

martes, 15 de septiembre de 2009

Leyenda de baño

Un poco de sabiduría de baño de las muchachas leguleyas de la Universidad de Buenos Aires.

Pregunta de una alguien escrita en liquid paper en el baño de facultad::"Estoy saliendo con un chico que tiene 17, él quiere tener algo serio, pero a mí me da cosa por la edad, ¿qué hago?"

Respuesta de otra alguien escrita en el mismo baño: -"Garchate a la criatura y nada más."

martes, 8 de septiembre de 2009

El Sr. Aplicador

Hoy me sacaron dos muelas de juicio.
Iba todo muy bien, había pasado por eso ya, y más allá de que me dolió un poquito y Santi, mi dentista, tuvo que tironear bastante, salió todo bien.
Cuando ya estábamos terminando Santi me comenta lo siguiente:
-Ahora ni bien salís de acá, te vas a dar la inyección de cortisona y te compras los calmantes.-lo miré con cara de horror.
-Sí, es una inyección en la cola- oh oh. Esto se está empezando a poner aspero. Lo primero que pensé fue en la posición humillante que uno se tiene que poner para que le den la inyección en la cola. Me la imaginé humillante porque el término suena humillante. Lo segundo que se me vino a la cabeza fue la bombacha que tenía puesta: una de Victora´s Secret, que si bien es bastante naiff y tiene florcitas nomás, también tiene una inscripción gigante en el trasero que dice "PINK". Lo tercero fue: ¿me tendré que sacar la ropa? Pero no sé si mi estado depilatorio da. No vale, no había salido de mi casa preparada para esto.
Fue tal la impresión que me dió el término "Inyección en la cola" que por un momento pensé en no dármela, más allá de que Santi me dijo que mañana cuando me despierte con toda la cara hinchada y toda dolorida me iba a arrepentir.
Pero no, desafíé mis propios pronósticos (y los de mi madre, que cuando llegué y le conté que había ido sola a que me pinchen la cola, se emocionó casi tanto como cuando me recibí) y enfilé para la farmacia con la decisión de que hoy iba a ser un día visagra en mi vida:el día de mi primer inyección en la cola.
Entré al gabinete. Gracias a Dios el señor encargado de la tarea en cuestión, era grande, lo cual hizo que todo fuera un poco menos humillante. (antes había ido al Farmacity a preguntar si daban inyecciones y cuando entré vi a un chico farmacéutico más o menos lindo, que si resultaba ser el que me iba a dar la vacuna en la cola , yo me iba a ir a mi casa simulando que me había olvidado la billetera). Me saqué el piloto. El señor, ( el aplicador en la jerga farmasteril, todos los días se aprende algo nuevo) se puso primero de espaldas para preparar la inyección. Me saqué el sweter porque era de esos largos que tapan la cola.Y después de eso no sabía qué hacer. ¿Me tenía que seguir sacando la ropa? ¿Y si me la saco y y piensa que le estoy tirando onda? Y además, ¿me tengo que acostar en la camilla? ¿O ponerme en alguna posición especial de la cual no estoy al tanto?
Miro alrededor buscando algo que me dé las respuestas. Lo único que pude ver fue un afiche colgado, una suerte de "está todo bien con el aplicador, tenele confianza". Pero la única foto de alguien dándose una inyección era la de una vieja que se la estaba dando en el brazo. No había ninguna foto de alguien que se esté dando una inyección en la cola.
El Sr. Aplicador se dio vuelta y ahí le pregunté:
-¿Me acuesto?
-No, así nomás, de parada.
-Ah...es que es la primera vez que me dan una inyección en la cola.
-¿El cachete izquierdo o el derecho? -preguntó él ¿Era necesaria esta pregunta?
-No sé, me da igual.- no sabía que decir, ¿cambiaba en algo? ¿De qué dependía? ¿Duele más en un cachete que en otro?
-Decime vos, total, la que va a sufrir sos vos- me dijo jocosamente. Debo decir que el Sr. Aplicador tenía toda la onda.- Aunque veo ya te hicieron sufrir. ¿Qué te hicieron?
-Me sacaron dos muelas de juicio-dije
-Ah, menos mal que viniste, porque sin esto mañana te ibas a levantar como Kiko.
Me corrí apenas el pantalón (menos mal que había decidido no sacármelo, porque efectivamente, el Sr. Aplicador iba a pensar que le estaba tirando onda). Procedió a pincharme el cachete derecho, como quien no quiere la cosa, mientras seguíamos la charla.
Eso fue todo. A la humillación le siguió un orgullo mí misma muy grande.
El Sr. Aplicador se fue.
-Gracias -le dije.
Aunque en realidad lo que le quería decir era:
Fuiste el primero, y por eso nunca te voy a olvidar.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Esas malditas comedietas románticas




Domingo de mediodía. Me despierto. Estoy en la cama de mis padres. No porque haya dormido con ellos,si no porque mi cuarto es un desorden caótico (generado por una crisis de vestimenta, obviamente), y ellos no están. Prendo la super tele que tienen ellos. Justo justo está empezando la peli Si tuviera treinta. Esa de Jerniffer Garner, que es la versión fememina y moderna de la de Tom Hanks, Quisiera ser grande, en la que un niño desea tener treinta años. Es igualita.


Ya la habia visto.Pero las comedias románticas tienen eso, que uno las puede ver ochenta mil veces, pero tienen un componente que hacen que, aún uno sabiendo los diálogos, las sigue viendo.


Uff. Mark Buffalo (el galán). Qué fuerte que está. Sufro. Porque en esta peli no sólo está fuerte, sino que hace de bohemio de Nueva York, fotógrafo, que vive en Greenwich Village ( el barrio de músicos y bohemios de NY; tuve la suerte de estar ahí, y puedo dar fe que hay muchos Marks Buffalos dando vueltas por ahí.), y como si eso no fuese suficiente para que me enamore de él, y sea el amor platónico reinante en mi semana entrante, los vestuaristas tienen el tupé de ponerle una remera de CBGB ( el recinto el Nueva York, ubicado en Greenwich Village donde tocaron por primera vez Los Ramones, Patti Smith, entre otros, y que ahora no está más) y unas de esas zapatillas Adidas que ya nadie usa ( que se pueden ver en la foto que colgué), modelo viejo que yo usaba en mi adolescencia y al cual le tengo mucho cariño. Lograron hacer de él mi combo masculino perfecto. Es injusto lo que hacen estos directores de comedietas románticas. Muy injusto.


Llega el final de la peli, y la protagonista desea fervientemente volver el tiempo atrás, para no cometer el error que hizo que Mark hottie Buffalo no esté con ella ahora (claro, de esto se da cuenta cuando tiene treinta y Mark está que se parte, no cuando Mark tenía 13 , era gordito, era un freak y bailaba como un espático; no vale, así cualquiera.)


Y aquí lo otro que me molesta de las comedias románticas: logran que uno sienta algún tipo de identificación, por más minima que sea, con la circunstancia de la protagonista. Y me molesta. Porque la primera vez que vi esta peli, lloré.


Y esta vez, se me piantó un lagrimón.




miércoles, 2 de septiembre de 2009

La famosa calculadora de rollo de papel


Casualmente, hoy, el día después de la creación de Mi cuadernito Avón virtual, pasé a visitarlo a mi padre a su oficina; es decir, pasé a visitarlo a la meca del cuadernito Avón.

Mi elemento preferido de la oficina de mi padre es la calculadora que tiene; es de esas calculadoras con rollo de papel, que va escribiendo como una máquina de escribir, pero en vez de escribir palabras, escribe números. Lo que más me gusta de ese artefacto es el ruido que hace cada vez que uno pulsa "Enter". Me encanta la sensación de causar yo ese ruido. Cuando éramos chicas, y lo acompañabamos al trabajo ( y por ende, nosotras también teníamos que "trabajar") tanto mis dos hermanas como yo éramos víctimas de las misma chicaneada: mi padre, para mantenernos ocupadas, nos "cantaba" números que él tenía registrados en su cuadernito Avón de turno, números que supuestamente él tenía que chequear que estén bien. No fue hasta que fuimos adultas que nos dimos cuenta, cada una a su debido tiempo, que naturalmente mi padre, que tiene una calculadora por cerebro, no necesitaba chequear ninguna cuenta. Lo hacía para mantenernos entrenidas. O siguiendo la línea poética que inauguré ayer, para que sintamos que lo que estábamos haciendo era de vital importancia para la vigencia de la empresa. Para que nos sintamos, de algún modo, trascendentes.

Hoy lo primero que noté cuando entré, fue que la caculadora con rollo de papel no estaba.

-¿Dónde está la calculadora?-le pregunté-

-¿Qué calculadora?

-La del rollo, la que me encantaba, no la tenés más.

-Sí, acá la tengo-me dijo dándomela, cual padre que le da el chiche al nene para que juegue un rato.

Hice un par de cuentas en la calculadora, con el solo afán de generar el preciado ruidito.

-Ay, cómo me gusta esta cosa- le dije.

Mi papá sonrió. Abrió su gaveta y pude entrever la pila de cuadernitos Avón.

En ese instante pensé para mis adentros: "no todas las decisiones que tomé en mi vida fueron nefastas. El nombre de mi blog no pudo estar mejor elegido".

martes, 1 de septiembre de 2009

La primer página de mi cuadernito Avón virtual



Día gris. De esos días en los que uno se replantea muchas cosas que suele espantar de la mente todos los días. Pero cuando llega ese día gris uno no quiere tener otra actividad que pasarse sus horas haciéndole lugar a esas cosas en la mente. Es como que uno casi casi lo disfruta. De esos días no suelen salir muchas cosas buenas. Por eso, decido no hacer demasiado en esos días. Prendo mi mini-computadorita nueva (nunca pensé que iba a ser de esas personas que tienen algo tan tecnológico, pero fue unos de mis agasajos post-graduación). Mi mini- computadorita nueva es rosa, es preciosa y me siento Elle Woods, la protagonista de Legalmente rubia (gran película). Empiezo a navegar por la Internet sin rumbo. Siempre navego sin rumbo. En realidad no navego demasiado. Me gustaría tener la habilidad de esas prsonas que pueden pasarse horas y horas viendo cosas en la red. Pero yo no soy así. Hay veces que siento que es simplemente porque no soy curiosa. Y me parece triste. Pero es así, hay gente más curiosa que otra. Yo estoy entre los menos.O será que las cosas que me causan curiosidad no están en Internet. O quizás sí están pero me da vagancia buscarlas. O será que en realiadad soy un alma vieja que no se siente parte de esta modernidad. Pero mi nueva mini-computadorita refuta esta teoría.
Empiezo a mirar posgrados en la Universidad de Palermo. Resulta que tienen un muy bien programa y los profesores son buenos. Quién lo diría. Si hay algo de lo que aún no pude desprenderme es de mi perpetuo prejuicio para con las universidades privadas.
Apago la compu. La vuelvo a prender. No sé muy bien por qué. Entro a Facebook para ver si alguien colgó algo interesante que por lo menos me distraiga durante los próximos cinco minutos. Pero no quiero caer de vuelta en el vicio de ver fotos de gente desconocida. La consigna es ver algo de alguien conocido. Pero no hay demasiado.
Entro al sitio de la Revista Oh La La (a mi entender, la mejor revista para mujeres de la Argentina; es la mezcla perfecta entre lo guarro de la Cosmopolitan y lo clásico de la Para ti). Acá me meto cuando estoy muy aburrida. Entro al blog de la soltera (un blog que escribe una supuesta chica soltera que tiene 30 años y que es bastante divertido). Entro al blog de una tal Julieta Pink. Y por último entro al blog de una chica que va describiendo qué se va poniendo día a día. El de la casada lo obvié porque suelo no sentirme muy identificada con las problemáticas que plantea. Y ahí se me ocurrió que yo podría ser buena en eso de escribir blogs. O que al menos que entusiasma la idea. Me empiezo a interiorizar del tema y parece una papa. Y bueno, dale, quizás de este día gris puede salir algo mínimamente productivo, como un blog propio. O, para ponerlo en palabras más poéticas, un espacio propio.
Pero ojo que no es tan fácil. Hay que tomar decisiones, cosa que a mí suele costar a menudo. Debe ser por esa constante sensación de que he tomado nefastas decisiones que me trajeron al día gris de hoy.
La primer decisión tiene que ver con el nombre que voy a utilizar para firmar mi blog. Poner mi nombre me parecía poco divertido, y me da pudor también. Y me acordé de Maruja La Bruja. Así solían llamarme mis compañeritos del primario. Solía molestarme en aquél entonces, pero ahora le tengo cariño. Sería como un hacer las pases con la niñez de uno. Como volver a la raíces. Como volver a tener tantas expectativas por delante. Sí, me parece lo suficientemente zen y cool, pensé y le di para adelante.
¡Oh no! Tengo que tomar otra decisión. El nombre el blog. Y yo que pensé que esto de abrir un blog era una pavada. Miro alrededor de mi cuarto. Quizás haya algo que pueda inspirarme. De lejos veo la pila de libros de Nick Hornby. Pienso en algún fragmento de alguno de sus libros que me haya gustado, como para inspirarme, pero no puedo, hay muchos fragmentos que me gustan. Debería ponerme a leer Alta Fidelidad de vuelta y encontrar algo de inspiración. Pero si decido hacer eso, no lo voy a terminar haciendo nunca, y mi poética idea de tener un espacio propio va a quedar en el camino, como tantas ideas zen y cool que me han quedado en el camino. Doy otro vistazo a mi cuarto. Veo libros de Derecho, Biblioratos. Y cuadernos. ¡Claro! Mi blog podría ser como un cuadernito Avón de mi papá. Mi padre lleva más de cuarenta años administrando una empresa con cuadernitos Avón. Sí, estoy hablando de esos cuadernos que venden en los semáforos. La diferencia es que él no escribe palabras, escribe números que sólo él entiende. Pero la función sería la misma. Abrirlo y escribir. Él escribe números muy importantes para determinada empresa (conducta que podría ser calificada como resistencia a la tecnología), y yo escribiré palabras que probablemente terminen siendo intrascendentes. Pero va a ser mi cuadernito Avón. Mi cuadernito Avón virtual.