sábado, 23 de octubre de 2010

Día de la Independencia

Vivir sola en una ciudad es duro.

Irse a vivir sola a una ciudad es duro.

Más duro de lo que uno imagina. O quizás la diferencia es que sentirlo es más duro que imaginarlo.

Lo bueno es que hay algunos Oasis. Momento en los uno se siente un poquito más cerca de casa. Ayer, los dueños de mi piso, que son una pareja de colombianos, me convidaron de su sopa de pollo. Yo ya había almorzado, no tenía hambre. Pero después de decir que no, lo pensé y acepté. Acepté ese mimo con formato de sopa. (si Malfada leyese esto, se indignaría conmigo)

De todas formas, en esta entrada del blog quiero recalcar las cosas lindas de haberme ido a vivir sola. Cosas que hubiese experienciado de igual manera si hubiese dejado la casa de mis padres por haberme ido a vivir a otra casa en Buenos Aires.

Pero resulta que mis inquietudes, mis intereses, y personas que me fui cruzando en el camino quisieron que mi primera experiencia de independencia la viva en otro continente.

Vivir sola es sólo una forma de decir, vale aclarar, vivo con 5 personas más.

Mientras escribo esto estoy tomando mate en mi rinconcito preferido de la casa. Es un sillón que está lado del balconcito, y que a la mañana entra un sol delicioso.

El otro día usé el lavarropas por primera vez desde que estoy acá. No tengo vergüenza de decirlo: en mi casa me lavan la ropa. Con lo cual el temita del lavado no es mi fuerte, sencillamente porque no lo he practicado demasiado.

El martes me levanté decidida a realizar este quehacer doméstico impostergable. Con muchas fobias: encoger ropa, desteñirla, que de repente el lavarropas empiece a hacer movimientos incontrolables, o que directamente se rompa. Pero había algo que tenía claro: si la mayoría de la población mundial hace esto, tan difícil no puede ser. Los márgenes de error existen, pero tampoco había puesto a lavar alguna prenda demasiado significativa para mí, así que no había mucho que perder.

Hice dos lavados en total. Uno de prendas oscuras y otro de prendas claras. Puse la primer tanda en el lavarropas, la "oscura". Como mi habitación está al lado de donde está el objeto en cuestión, mientras este hacía su labor, me quedé en mi cuarto leyendo, pero siempre pendiente de todos los sonidos. Iba de vez cuando a mirar que todo marche sobre ruedas.

En una de las veces que fui me quedé mirando cómo la ropa daba vueltas (de hecho en un momento no la vi más, y entré en unos segundos de pánico hasta que volvió a entrar en el panorama de la ventanita redonda); y me acordé de mi amiga Anita, que me contó que desde que tiene su casa propia, se queda mirando cómo la ropa da vueltas en el lavarropas, hipnotizada. Supongo que debe haber algún significado místico en esos primeros lavados. Algo así como que por esa ventanita redonda uno va viendo como en un video clip todas las cosas que fue superando, hasta llegar a ese lavarropas, en esa casa. Hace ocho años, o uno para el caso, si alguien me preguntaba en qué casa se iba a encontrar mi lavarropas independentista jamás hubiera imaginado esta casa, en esta ciudad. En cada vueltas del lavarropas había una porcioncita de en lo que me fui convirtiendo pero a la vez está la esencia, que sigue intacta.

Terminé el primer lavado, sin encoges ni desteñidos a la vista y subí a la terraza a colgar mis primeras prendas: era un día hermoso, y la terraza es hermosa. Colgar mi ropa fue mi momento preferido de todo el proceso. Ver tu fruto colgado ahí, a la vista de todos tus vecinos, dan ganas de gritar a los cuatro vientos que lavaste tu ropa sola, y que tienen el mismo tamaño y color originales.

Me gustó tanto colgar la ropa que estuve esperando impacientemente que termine la próxima tanda de lado para subir a la terraza.

Luego de varios amagazos sonidísticos, terminó y pude volver a la terraza con mi broches. Para mi sorpresa, la anterior tanda estaba casi seca. "¡Esto es súper rápido!", pensé, y me puse colgar lo que me quedaba pendiente.

Pero eso requería superar un conflicto que me se había presentando: esta segunda tanda, era en un 90 por ciento, ropa interior,que si bien había estado lavando a manoen estos días, la puse en el lavarropas. La pregunta era la siguiente: ¿está bien que cuelgue mi ropa interior a la vista de todos los vecinos no sóllo de mi edificio, sino también de los edificios aledaños?

Miré la terraza de otro edificio, y había una señora colgando, entre otras cosas, su bombachón blanco. Entonces, yo tambiém puedo colgar mis bombachas, me dije. Pero la diferencia era que mis bombachas no son lisas como las de la señora. De hecho, tengo una sola bombacha blanca común; las demás son de todos tipo: culottes. tangas, vedetinas; a lunares, con notas musicales, a corazones, motivos psicodélicos...yo en mis bombachas estaría exponiendo mucho más de lo que señora de bombachón blanco deja ver de sí. Pero colgarlas en mi cuarto no podía, por una cuestión espacial, así que llegúe a la conclusión de que, evetualmente, iba a tener que acostumbrarme a esa exposición. Quízás a aquella señora le gustaría poder exponer algo más arriesgado y divertido que un bombachón blanco, al igual que a mí me gustaría exponer algo de más bajo perfil que un culotte con cerezas estampadas.

Las empecé a colgar, bien juntitas, para que, al menos pasen más desapercibidas. Formaban un hermoso crisol a decir verdad.

Bajé, terminé mis lecturas pendientes, almorcé y me fui a la facultad.

A la noche volví con el espíritu un poco por el piso. Pero mientras estaba subiendo los 4 pisos de escalera recordé que había algo a lo cual aferrarme: tenía pendiente la tarea de ir a buscar mi ropa recién lavada a la terraza.

Subí, empecé a descolgarla prenda por prenda, y olía cada una. Puedo jurar que el olor de la ropa lavada por uno mismo es mil veces más rico que cuando te la lava otro.

Volví a mi cuarto, guardé mi ropita bien oliente, y me fui a bañar.

Ansiosa por ponerme mi pijama y mi culotte con cerezas estampadas, con olor independentista.

martes, 12 de octubre de 2010

Y por fin, desde Barcelona...

He aquí viviendo en una nueva ciudad. Una bella ciudad.

Barcelona.


Hay miles cosas que uno piensa que cambiaría de sus hábitos de vivir en otro lugar. Es como cuando uno piensa que si tuviese más tiempo iría al gimnasio todos los días. Pero no es así.



Hay algunas cosas que cambian. Hábitos, sensaciones. Antes de venir, Maxi (quienes leyeron la entrada acerca del admirador secreto,saben muy bien quién es), quien tuvo mucho que ver con este viaje, y quien estuvo en mi misma situacion en esta misma ciudad, me contó de cómo la nostalgia y la lejanía le daba otro significado a las cosas. Me decía:



-¿Sabés lo que es ir caminando por calle, siendo extranjero, por la ciudad en la que vivís? ¿O la emoción de que tu mamá aprenda computación sólo para poder verte por la camarita? ¿Escuchar tango allá, ver a Ramón-su perro-, por la camarita? Eso es maravilloso vivirlo.



He aquí algunos hábitos o sensaciones que cambiaron en estos más de quince días que llevo acá.



Cosas que cambiaron:
  • la manera de interpretar las letras de las canciones: hoy me pasó particulamente con una canción de Jorge Drexler que se llama "Equipaje" (de hecho la posteé en el Facebook) y habla de Barcelona. Ay, claro, es re obvio, dirá quien lea esto. Pero la cuestión es que cuando estaba en Buenos Aires siempre pasaba está canción. Sí, claro, sabía que mencionaba Barcelona, Gaudí, y las gárgolas del Gótico, pero no me gustaba demasiado. Estando acá entro en el clima de la canción, en los momentos, en los sonidos.
  • Costumbres argentinas: siempre fui de tomar mate. Pero soy una mateadora de la tarde más bien. Al menos lo era en Buenos Aires. Y tampoco tomaba mate todos los días. Acá, una suerte de eventos y de circunstancias hicieron que desayune y meriende con mate (que me regaló especialmente mi amigo Franco, y me lo curó mi hermana): llegué y no tenía nada para comer y era fin de semana, y las calles estaban atestadas de gente, por una festividad muy importante y masiva de acá que se llama Festes de la Mercé. Sólo tenía la bolsa de golosinas que me había regalado mi prima, el mate, la bombilla y la yerba, obsequio también de mi prima. El mate y esas golosinas, que era lo unico comestible y bebible que tuve hasta que fui al super, fueron mi refugio esos primeros días. Mi gasolina.
  • Argentinidad al palo: cuando uno está allá piensa "uy, ¡un bajón, porque en Barcelona hay un montón de argentinos!" Pero me ocurrió que cuando empecé el Máster y me di cuenta de que soy la única argentina a expeción de un viejo argentino naturalizado catalán, me dio cosita. Necesitaba complicidad. Necesitaba hablar en el subte con alguien acerca de dónde conviene comprar la yerba, de la diferencia entre el Euro y el Peso, o de las similitudes entre España y Argentina. La realidad es que estando tan lejos, uno siente la necesidad de fraternizar con gente que venga de su mismo lugar. Por lo menos un poquito.

Cosas que no cambiaron:

  • La pereza: y sí, es un pecado capital (más allá de que no soy católica), así que como todo pecado es universal. La pereza existe. Siempre, donde sea. Para los que nos gusta dormir es difícil despegarnos de la cama, aunque afuera te esté esperando una ciudad que recibe no se cuántos turistas al día. Dormir es lindo siempre, y donde sea. Y despertarse es doloroso siempre, en Buenos Aires, Machu Pichu, Nueva Zelanda, China o Barcelona. Esto se extiende a la pereza deportiva. Aún estando cerca de la playa, la pereza existe, siempre. Uno piensa que no. Que en otro lado, hay cosas que cambiarían en uno. Pero la realidad es que hay cosas que nunca cambian, a menos que uno decida cambiarlas. Para que conste, he salido a correr alrededor de 4 veces. Sé que no es una gran cifra. Pero estoy contenta.
  • Perderme: con Guía T, con el mapa que me dieron en la oficina de Turismo del Ayuntamiento de Barcelona, da igual, siempre me pierdo. Es parte de mi esencia y de mi encanto. Y no hay nada que pueda hacer al respecto, más que perder el orgullo y preguntar a alguien para encontrarme de vuelta.
  • Ir por las calles sin mirar el nombre: este punto, claramente, está íntimamente vinculado con el anterior. Si estoy por el microcentro, y alguien me pregunta por la calle Viamonte, tengo que pensar mucho, tengo que hacer conexiones en mi cabeza desde los lugares que frecuento, y después, al cabo de al menos 20 segundos de trabajo relacional, puedo contestar, y con miedo a estar equivocada. No le doy bola a los nombres. Me fijo en los balcones, en las ofertas, en los carteles. Pero nunca en los nombres. Y eso tampoco cambia acá, por más que esté paseando por el Passeig Picasso.
  • La indecisión: qué celular comprar, con qué agencia. Qué café. Qué fideos. Donde ubicar mis cosas en la habitación. Cuándo poner a lavar la ropa. La indecisión es mi mochila constante, y que, naturalmente, traje sobre mis hombros hasta Barcelona.
  • Rayar zanahoria: sí. No estoy hablando metaforicamente. Rayar la zanahoria es un embole. Donde sea. No se crean que cerca del Mediterráneo es menos tedioso.

Adeu a todos, desde mi ventana barcelonesa.

viernes, 27 de agosto de 2010

A las corridas, o al menos intentándolo

La pereza me está abatiendo.

Tengo que retomar con constancia mi actividad física. Estoy teniendo problemas con eso.

Hace un mes probé retomar spinning y me reinscribí en el gimnasio. La primer semana fui cuatro veces, la segunda una, la tercera una...terminé dándome cuenta de que no quiero estar encerrrada escuchando marcha. Tenía que encontrarle otra vuelta de tuerca.

En el 2007 empecé a salir a correr. Incentivada principalmente por mi padre, empecé con ese hábito. Llegué a salir correr todos los días. Estaba bastante entrenada.

Ahora salgo a correr cada muerte de obispo. Y cuando ese obispo se muere, me quedo sin aire a los dos minutos, y me culpo a mí misma por haber perdido la practica.

Pero yo sé que la puedo recuperar. Sólo tengo que encontrarle esa bendita vuelta de tuerca.

Yo suelo hacer siempre el mismo recorrido cuando salgo a correr. Al hacer ese recorrido paso por etapas de mi vida.

La Facultad, la plaza en la cual solía ir con el chico por el que más lloré en mi vida, la cuadra que es la vuelta de la casa de ese mismo chico, los estudiantes de derecho, a quienes ya no reconozco, ya que soy de otra época; y antes cuando estaba más entrenada llegaba hasta Libertador y Salguero, y pasaba por la puerta de mi colegio, por la Esso, donde he pasado bastantes tardes y mediodias, y corriendo hacía el mismo recorrido desde el colegio hasta el Paseo Alcorta, tal como lo hacía en mi secundaria. (época en la cual no corría ni loca)

Esas eran las buenas épocas. Cuando corría 40 minutos, y llegaba a esa altura del recorrido. Ahora corro 18 y llego hasta ATC.

Pensando en todo esto, descubrí que tenía que cambiar de método.

1) Algo que me haga despejar de mirar el reloj cada diez segundos: música. Nunca fui adepta de escuchar música mientras uno corre, ya que me gusta más conectarme por el lugar por el que estoy corriendo. Es más, suelo salir de mi casa despojada de todo elemento, mas allá de la ropa y del cronómetro. Las llaves las dejo en el jarrón de la puerta de mi casa. Lamentablemente, tengo que acudir al aparatazo enorme de mi Ipod como método de salvación.

2) El recorrido: tengo que diseñar algo que psicológicamente me engañe y me haga pensar que no tengo que llegar muy lejos. Llegué a la conclusión que lo mejor es probar es dar dos vueltas a una plaza grande, como la que está enfrente de la Facultad de Derecho. Probar una plaza un día, otra plaza otro día. Ir tanteando la tarima. Disfrutando corrida a corrida. Disfrutando día a día. Carpe Diem; Hit et nuc. Tratando de impregnar mi cerebro de este tipo de frases que nos llevan a pensar en hoy y no en mañana.

Hoy me levanté y dije:

CARPE DIEM - HIT ET NUC,

y emprendí mi corrida matutina.

Insusual en mí, soy una corredora de la tardecita. Me encanta el momento del día en el que el sol se va poniendo para el atardecer, el cielo es de mil colores y se levanta una brisa siemplemente perfecta. Pero estoy teniendo problemitas para arrancar a la tarde y suelo optar por quedarme viendo algún capítulo de Friends que seguramente vi un mínimo de 3 veces.

Elección de la música: By the way de Chilli Peppers. Ni bien empecé a correr al compás de la música, me di cuenta que es un excelente disco para correr. By the Way, el tema inaugural, dan ganas de correr hasta el fin del mundo. El problema fue que me quedé rapido sin aire, dado que los ajíes picantes me incentivaron a acelerar el movimiento de mis piernas.

Pero por suerte después vinieron las baladitas del disco, que me permitieron trotar un poco más lento y adecuar el ritmo al aire que tenía.

Cuando estaba terminando la primer vuelta empecé a sufrir un poco, y tomé la decisión de empezar a caminar en cuanto la termine.

Hago otra vuelta más caminando, me dije, y listo, me vuelvo a casa.

Pero esa decisión me olía a derrota.

Empecé a caminar, y cuando estaba por llegar a la mitad de la segunda vuelta caminando, empecé a trotar de nuevo. Negocié conmigo misma y corri esa parte que me faltaba de la segunda vuelta. Se podría decir que corrí casi dos vueltas.

Yo siempre elongo en el mismo árbol. Elongo, a veces hago un par de abdominales y después me tiro panza arriba con los brazos detras de la cabeza, como si estuviera en la playa. Y miro la copa del árbol y el contraste que hace con el cielo, y me felicito por el esfuerzo hecho.

Hoy era de mañana, y cuando atiné a sentarme en el pasto, me percaté de que estaba mojado por el rocío.

Elongé junto a un tacho de basura, y emprendí mi caminata a casa.

En el camino, me acosté en un banquito de Plaza Francia, todavía con los Chilli Peppers de fondo. El momento del relax en fundamental para mí. Hice mis abdominales, me incorporé y me puse a contemplar la ciudad. La gente, los árboles. Me detuve en dos paseadoras de perros que estaban con muchos (perros) y le tiraban la pelotita y los muchachos se volvían locos, y ellas se divertían mucho. Y me puse a pensar qué dirá la Lonely Planet de Buenos Aires, de su gente, de sus plazas.

Seguí caminando hasta mi casa. En un momento se terminó el disco de los Peppers.

Decidí poner de vuelta mi tema preferido de ese disco, "I could die for you", una baladita preciosa.

Y la baladita preciosa se terminó a dos cuadras de mi casa, y la puse de vuelta. En el auto hago lo mismo. La pongo mil veces.

Llegué a mi casa, subí por el asensor, a full con la baladita, haciendo la mímica de la batería mirándome al espejo(o "Drums-Hero").

Agarré la llave del jarrón, abrí la puerta, e hice mi entrada triunfal.

Desafiando los pronósticos y mi pereza.

Y cantando la baladita preciosa, como si toda la letra repitiese una y otra vez:

CARPE DIEM - HIT ET NUC

jueves, 15 de julio de 2010

La reivindicación del abogado

Hoy se aprobó la Ley del Matrimonio Igualitario.

Esuché y lei muchos comentarios (en Facebook sobre todo), criticando las barrabasadas de ciertos senadores, alabando los discursos de otros.

Yo estoy contenta. Creo que esta nueva ley, por más que a simple vista pareciera que incumbe a un sector de clase media alta, en realidad, afecta a todos. Porque como dijo una juez que hace aikido con mi hermana, la pareja homosexual que se quiere casar, si tiene un buen agobado, se casa. Es decir, hasta el día de hoy, se casaban los homosexuales que tenían el dinero, el tiempo, y la energía suficiente como para contratar un abogado y hacer un juicio.

Hoy hay igualdad. Hoy cualquier persona se puede casar. Sin abogados, sin juzgado. Eso hay que celebrarlo.

"Quien tiene un buen buen abogado se puede casar."

Me quedé pensando en esta frase.

Y me acordé del primer matrimonio de homosexuales que se casó, que estuvo ayer en "A Dos Voces", por TN.

Y pensé en el abogado de ellos. Y en el abogado de la segunda pareja en casarse, y en el de la tercera, y asi. Pensé en todos los abogados detrás de esas personas que lograron ser considerados iguales.

El rol y la conducta del abogado están vapuleados. Con razón quizás. Los abogados nos hemos hecho una mala fama.

Pero lo que sucedió ayer en el Senado, tiene un antecedente directo. Y es el trabajo de los abogados de las parejas que pudieron casarse antes de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario. Los antecedentes de la Leyes es la jurisprudencia(para quienes no están familiarizados con el tema, jurisprudencia se le dice a las sentencias de los jueces). La jurispruencia pule la legislación. Le hace saber a los legisladores las falencias de la normativa vigente, y los choca con una realidad en la que las normas, se quedan atrás.

Y los obreros de la Jurisprudencia son los abogados.

Fueron los obreros del divorcio vincular.

Son los obreros de la despenalización de la tenencia de estupefacientes para consumo personal (digo SON, porque, ojota, a diferencia de lo que cree el común de la gente, la Ley de Estupefacientes no ha sido modificada. La Corte se expidió al respecto, lo cual no es moco de pavo, pero ahora le toca al Congreso)

Y fueron los obreros que construyeron la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario.

Hoy siento orgullo de ser abogada.

Y pienso en esos colegas gracias a los cuales, hoy vivimos en país un poquito más igualitario, en el cual casarse con alguien del mismo género dejó de ser un derecho para la clase media alta, y empezó a ser un derecho para todos.

Y quería dejarlo asentado en algún lugar. Porque sí, claro que los senadores tuvieron la última palabra.

Pero no nos olvidemos de quienes tuvieron el coraje de tener la primera.

sábado, 3 de julio de 2010

"Sin reproches"

"Sin reproches" Carlitos Tevez

"Tenemos una espina clavada que en algún momento se va a salir" Nicolás Otamendi

"Esto sigue y hay que seguir vivo" Clemente Rodríguez

"Hoy en día nos toca sufrir y bueno, sufriremos" Javier Mascherano

Y sí, porque hay un momento en el que uno ya no tiene nada más para hacer, y agarra el pote de helado y se pone a ver cualquier película romántica en la cual los amantes terminan juntos; y se autocompadece. No hay otra forma de pasar el mal de amor.

Y llora, y duele. Y está la espina de la cual habla Otamendi, y la incomprensión de un mañana después de esto, a la cual hace referencia Clemente, y el ineludible dolor al cual hace referencia el Masche.

Pero Carlitos lo dijo, sin reproches. Sí, claro con todas las cosas para mejorar que se van a decir de acá a que empiece el nuevo torneo local. Hay cosas para mejorar, pero no reproches. No los reproches que hubieron en los últimos mundiales. Esa es mi sensación al menos.

Uno pelea por el amor. Hasta el último segundo. Y es en ese momento en el que uno se da cuenta que hizo todo para sacarlo adelante; apoya la cabeza en la almohada y duerme tranquilo.

Yo vi a las fieras peleando por el beso a la Copa hasta el último segundo, cuando claramente ya no valía la pena. Otras selecciones que me han roto el corazón en otros Mundiales, en el 2 a 0 se hubiesen derrotado y hubiesen dejado de buscar y de intentar. Y eso es lo que hace que Carlitos tenga razón. Los corazones rotos siempre duelen y tardan en sanar. Pero tienen otro sabor cuando la entrega fue total. Y otra sanación.

Quizás hoy no duerman tranquilos. Pero merecen hacerlo pronto.

Lo que duele, y mucho es el Deaje Vú. Lo del 2006 fue horrible. La lesión del Pato, la cara de ofendidito de Messi porque Pekerman no lo puso. Y ese penal que erró Cambiasso. Era algo que todos queríamos olvidar, aunque las circunstancias, idénticas, insistían en recordárnoslo.

A la tarde me fui a dormir la siesta. Cuando me desperté, por instinto prendí la tele. La siesta no había borrado nada. Seguía siendo ese mismo sábado pesado, de un negro tan furioso como la casmineta alemana. Y de desilusión.

Me acordé del spot de TN con música de Los Piojos que me había comentado mi hermana. Lo busqué en Youtube. Lo postée en Facebook, cuestión de que la espina de la cual hablaba Otamendi se hiciera más filosa. Hay momentos en que uno sólo quiere sufrir tranquilo. Y por qué no, en colectivo.

Empecé a buscar otros spots del Mundial como quien mira fotos de un amor trunco una y otra vez. Con la incredulidad y la negación de aceptar que quedaron obsoletas. Que ya no van a haber más fotos juntos. Que ya no hay más Sudáfrica y que el Mundial dejó de tener sentido.

También me acordé de los momentos lindos. Me acordé de un Palermo emocionado, haciendo referencia al tiempo que jugó contra Grecia "como esos diez minutitos que Diego me dio". Como un regalo del cielo. Como un regalo de Dios.

Y ver a nuestra vecina Uruguay entrar a la semifinal de carambola duele. Ella está entre los cuatro mejores del mundo y nosotros no. Eso, dejando de lado toda hipocrecía, da más bronca. Porque, futbolísticamente, somos mejores que Uruguay. Hasta el día hoy yo quería que Uruguay llegue a la final; porque son nuestros hermanos sudamericanos, porque Mujica me cae bien, porque me encanta Jorge Drexler y porque hay varios de los jugadores que están fuertes. Sólo que esa final me la imaginaba con el Diego en el banco de suplentes. Ahora estoy celosa. Y los celos, al igual que las ilusiones, son irreflenables.

Hoy Uruguay es esa amiga, no demasiado agraciada, que tiene un novio divino y nos avisa que el novio le propuso casamiento un día antes que a una le rompan el corazón en mil pedazos. Queremos ser Uruguay. Merecíamos ser Uruguay.

Uno de los comentaristas de T & C decía hoy a la noche: "Quizás este sea el lugar de la Argentina en el Mundial, los cuartos de final".

Hay veces que creemos que nuestro destino es tener amores erráticos. Que nacimos para sufrir, y que nunca vamos a ser esa amiga nuestra que finalmente encontró el amor. Que esas cosas sólo le pasan a los demás.

Yo me resigno a pensar que quien ha tenido amores erráticos, nunca va a conocer otro tipo de amor.

Y me resigno a pensar que el lugar de la Argentina en el Mundial sea este.

Y sí. Empiezo a soñar con el 2014. Quizás, para ese entonces, mi corazón ya esté recuperado y tenga ganas de volver a creer.

Siempre corriendo el riesgo de tener que juntar los pedacitos y tener que pegarlos con Poxipol.

viernes, 2 de julio de 2010

Esas indomables fantasías...

Hay un momento en las relaciones sentimentales rumbeantes en el que uno tiene la osadía suficiente de pensar que le ha llegado el momento de ser feliz. Que finalmente el amor incondicional, capaz de derribar obstáculos y dificultades tocó su puerta.

Hoy soñé que Argentina jugaba con Brasil en cuartos, y que los brasucas, imresiblemente y ante la mirada atónita del mundo, se volvían a casita.

Nostradamus, me podrían decir.

Venía caminando a la oficina y vi (porque los resultados de los partidos del Mundial en las calles de Buenos Aires son el dato más fácil del cual proveerse) que Brasil ganaba 1 a 0. Nada nuevo. Brasil iba a ganar seguramente, recién empezaba el partido.

Estando en la oficina Andy (Kutnesoff, o como sea que se escriba) me cuenta (a través de la radio, no es mi amigo personal) que Holanda empató. No me provocó nada. Seguramente Brasil iba a meter tres goles más, y ya. Eso era lo que todos pensábamos.

Después Andy me contó que Holanda metió otro gol.

Bien. Todavía estaba la probabilidad de que Brasil arremetiera con todo. Es lo que siempre hacen después de todo. Son un equipo ganador.

Y fue cuando Andy me contó que expulsaron a un brasilero que las ganas de fantasear se me despertaron y empecé a juguetear con un posible final feliz. Corrí a prender la tele de la oficina. Pude imaginarme a Diego con la copa, así como cuando uno fantasea con aquél momento en el cual, a través de un beso, sellamos ese pacto de amor sorprendiendo a todos y burlando todas las probabilidades. Y las imágenes de paseos de la mano por los bosques de Palermo parecer estar cada vez más cerca.

Fantaseé. Y no lo pude evitar. Sé que está mal. Porque sé que mi corazón puede ser roto en mil goles, en varios penales, o en algún error de Demichelis.

Pero hoy Brasil me hizo imaginarme como sería, un domingo 11 de julio con el Obelisco rebalsado de gente y de alegría.

Y sé que mañana los holandeses no nos lo van a hacer nada fácil.

Pero las fantasías son, a pesar de uno, indomables.

jueves, 1 de julio de 2010

El error de adelantarse

Ayer entré a Zara, a pispear la liquidación.

Ví una remera con la bandera de Argentina, formada por margaritas. (suena re grasa, pero estaba muy buena).

Me dieron ganas de comprarla. Para usarla en el partido contra Alemania, y porque, al ser linda, la podría seguir usando después del Mundial.

Pero recordé a Alemania. Y recordé el partido del 2006 contra Alemania. Los penales, el sufrimiento, y el desamor. El desconsuelo.

Y me acordé de cuando compré las entradas para ir a ver a U2 con el chico con el que estaba saliendo en ese entonces, tres meses antes del recital. Dos meses después de haber comprado las entradas, cortamos.

Hay ciertos antecedentes que son una suerte de premoniciones de un corazón roto que se acerca.

Yo por lo pronto, hace cuatro años que dejé de comprar entradas con tanto tiempo de anticipación.

Y decidí comprarme esa remera después del Mundial. Pase lo que pase. Cuando mi corazón ya no esté en juego. Y la única certeza que importe sea el precio de la remera.

jueves, 17 de junio de 2010

Despertar de ilusión

Me puse el despertador 8.20 hs, sabiendo que seguramente Goli iba a venir 8.29 a despertarme. Soñé que me perdía el primer tiempo porque me quedaba dormida y que mi papà se quedaba dormido también.

Me hice un café con leche y galletitas con mermelada, y me senté con Goli a mirar el partido. Ya iba por el minuto 6.

Mi papá ayer fue a un nutricionista , al que fue el cadete que trabaja con él, que parece ser muy efectivo y que da una dieta bastante curiosa. Cuando me senté estaba comiendo una suerte de tortita.

-Esto me lo dio el dietólogo.- mi papá tiene ese vicio de la gente de otra época de llamar las cosas con otros nombres. A los cantantes les dice cantores y a los nutricionistas les dice dietólogos. - nada de fruta puedo comer.

Gol de la Argentina, en contra, sin sabor, y sin onda.

- Puedo comer todo el fiambre que quiera. Salvo el queso que lo tengo medido.

Mi papá cuando tiene una novedad no deja de hablar de eso: cuando descubrió los beneficios de la sidra porque tenía menos calorías que el resto del alcohol, era un fundamentalista de la sidra, y le hablaba a todo el mundo de eso.

Con este "dietólogo" viene rompiendo hace un montón. Fue ayer por primera vez, pero hace como un mes y medio nos viene contando todo lo que le contó el cadete: que bajó 25 kilos en dos meses y que puede comer un montón de carne, pero nada de verdura. Y que casi todos en la oficina van a ir.

-Ningún tipo de caramelo de ninguna clase puedo comer.

El partido seguía

-Nada de alcohol ni de gaseosa. 2 litros de agua por día. IN-DIS-PEN-SA-BLE

Seguimos delante del televisor. Goli da vuelta la cabeza y con la cara tan iluminada como el día del primer partido del mundial dice:
-Puedo comer un bife de chorizo con huevo frito.

Claro énfasis en la palabra huevo frito.

-Puedo comer cordero, lechón. Cualquier animal con cuatro patas.

Gol de Higuaín. Qué fuerte que está.

-Qué lindo que es.- le digo- Encima le ponen esa camisetita toda ajustadita.

-Yo también uso camiseta ajustada.

-Pero a vos no te queda otra que usarla ajustada - le digo yo, gastándolo.

Gol de la Argentina. Esta vez uno lindo.

Me da un poco de pena Demichelis porque se habla de su error en la misma medida en la que se habla de los cuatro goles.

Entretiempo.

Los tres goles de mi galán.

Mi corazón tiembla. Porque las experiencias pasadas dicen que después de un buen partido, los muchachos se confìan. Y pierden la humildad. Y hacen agua.

Miro la conferencia del Diego, y me voy a tomar el 17 con Goli.

-Chichulines, mollejas, morcilla, todo.-siguió Goli.

Veo que un chico de esos que reparten las cosas en moto, toca el portero de un edificio y tiene puesta la remera de Messi.

Y pienso que no es sólo mi corazón el que está en juego.

sábado, 12 de junio de 2010

Ya me han roto el corazón...

Este mundial me agarró con una indiferencia total.
Decidí que los partidos los voy a ver sólo si los veo con mi papá.

Hoy sábado, me levanté a verlo sólo porque lo iba a ver en familia. Si no, hubiese seguido durmiendo.

Ni bien vino a despertarme mi papá (a quien la noche anterior le especifiqué claramente que me levante a las ONCE, no a las once menos cuarto, ni a las once menos diez, si no a las ONCE) pude ver su cara de Mundial. La cara de Goli ( mi papá, así le decimos) de Mundial es una cara iluminada.
Como no pensaba ver el partido detenidamente, fui la encargada de cebar mates.
Ni bien empezó, y cuando me di cuenta que estaba cebando mate con una indiferencia total, noté dos cosas: 1) que me estoy pareciendo a mi mamá, que va y viene durante el partido y jamás se queda sentada todo el partido, y 2) que me volví un cliché femenino, indiferente al fútbol.

Lo que sucede es que yo no era así. Cuando tenía once años tenía la pared de mi cuarto llena pero LLENA de pósters de River. Me sabía los nombres de pila de TOOOOODOS los jugadores de River (incluso el de Burgos, que eran tres: Germán Adrián Ramón; no me tuve que fijar en Google, aún lo recuerdo perfectamente). AMABA al Enzo, tenía un póster de él pegado en el cuarto, el cual me había venido con el Gráfico (porque sí, compraba el Gráfico) y lloré en el piso del mi cuarto cuando anunció que se retiraba, que fue casualmente un día antes de mi cumpleaños. Iba a la cancha con mi papá, con los amigos de mi papá y con los hijos de los amigos de mi papá todas las semanas (no cruzaba ni una palabra con ellos porque me daba mucho pudor ser la única mujer; incluso me contenía los cánticos). Fui a ver con mi papá al cine la final de la Intercontinental que jugó River en el ’96 contra Boca en China (o Japón, no recuerdo bien). Vi todos los Mundiales que recuerdo pegada al televisor. Sin pararme de la silla. Leyendo el deportivo todos los días. Emocionándome cuando pasaban el himno. Viendo la previa. Poniéndome literalmente la camiseta.

Sí, yo era esa, la misma que hoy vio el partido con total indeferencia cebando mate.

¿Qué es lo que me pasó?

¿Qué pasó con toda esa esperanza, esa piel de gallina, esa ilusión, esas ganas de creer que esta vez iba a hacer diferente?

Entonces fue cuando me acordé de lo rápido que esas ilusiones se fueron estrellando: en el ‘98, en el 2002, en el 2006. Yo volvía a creer en esos 23 guerreros. Creía que iban a salir a la cancha como fieras.

Pero me rompieron el corazón. Y no una, ni dos veces. Tres veces.

Toda mujer tiene derecho a no atenderle el teléfono o no contestarle el mensaje de texto a aquél hombre que la ilusionó una y otra vez con que las cosas iban a ser diferentes.

Toda mujer tiene derecho a resguardar su corazón.

Toda mujer tiene derecho a capitalizar los errores pasados y decirle NO a quien ya le hizo daño.

Yo, entonces, tengo derecho a cebar mate durante el partido, con total indiferencia.

Claro que, siempre mirando de reojo, como quien se reencuentra de casualidad con ese hombre que le rompió el corazón tantas veces, y recuerda exactamente por qué se enamoró la primera vez, y por qué tropezó tantas veces con la misma piedra.

Por la adrenalina. Por las ganas de creer que esta vez va a ser diferente. Y por la sensación de que, una vez más, va a valer la pena apostar a ese amor.


Nota al pie: Hay una columna que escribió Cristina Pérez, que me inspiró bastante, y que se parece a mi entrada. Más bien, la analogía que hago entre el amor y el fútbol se parece a la analogía que hace ella, dado que la leí hace un tiempo. Pueden leerla en: http://www.estoestucuman.com.ar/index.php/2010/04/14/la-tucumana-cristina-perez-conductora-de-telefe-ahora-es-columnista-deportiva-de-perfil/

domingo, 30 de mayo de 2010

Como pez fuera del agua

Últimamente me está pasando que a cualquier lado que salgo, me siento fuera de lugar, ajena. Me dan ganas de irme a mi casa. No es que me pasa sólo en un ámbito, sino que me pasa en todos los lados. Y como últimamente también me está pasando que estoy siendo bastante genuina en cuanto a mis comportamientos (es decir, comparto tiempo con la gente que me gusta compartir tiempo, y salgo a donde me gusta) cuando no me siento cómoda, me voy. Chau, listo, no necesito nada más. Ni siquiera me autoexigo un tiempo mínimo de permanencia en un lugar.

Hoy fui a bailar con una amiga a las Fiestas Bellepop. En estas fiestas pasan música de la que siempre me gustó a mí (rock, pop internacional, 80's, 90's, y actual), solía ir cuando tenía unos dulces 19 años. Desde ese entonces que no pisaba una fiesta de esas.

Lo bueno de estas fiestas es que la mayor parte de la gente va sólo a bailar. No vienen pibes a chamullarte, y la gente baila sin pudor. Baila porque lo disfruta.

Ni bien llegué me invadió la sensación de no pertenecer.

Pero intuía que esa sensación se me iba a ir cuando empiece a bailar.

Pasó un tiempo, y se me empezó a ir esa sensación, me había aclimatado.

En una de esas pasó un panzón que me preguntó:
-¿Qué hora es?
-Las cinco menos cuarto-le respondí
-Ahhh, ya es hora de irme a dormir, ya a las cinco me voy.- y se fue

El panzón me cayó simpático porque justo hace unos segunos habíamos estado haciendo un chiste con mi amiga respecto de como, a medida que pasan las años, los criterios de "es tarde" cambiaban. LLegar a la cuatro de la mañana y estar bailando en un boliche, hoy para mí es un desafío y una muestra invalorable de juventud.

Luego de un rato, el Sr. Panzón volvió y me preguntó la hora de vuelta.
-Las cinco y cinco.
-Uy, no sé que hago acá todavia, yo a esta hora ya me tengo que ir a domir.
-Y bueno, será porque en realidad seguís siendo joven.
-Gracias por el halago-me dijo dándome la mano-vos también sos joven, ¿cuántos años tenés?
-25.
-¿Cuántos me das a mí?
-Y...-dije yo, como diciendo, te vas a sentir mal, porque estás bastante baqueta e indefectiblemente te voy a dar más edad de la que en realidad tenés- 32-, le dije, finalmente, reduciendo el número 37 que percibía que tenía el Sr. Panzón.
-Tengo unos cuantos menos, pero bueno, es porque los anteojos me avejentan.-se sacó los anteojos y efectivamente, el Sr. Pazón no era tan viejo, y me dio la sensación de que no hace muchos años, cautivaba miradas femeninas.-te hago una pregunta, ¿cómo caíste acá?
-¿Por qué lo decís?-ahí estaba, justo cuando había logrado aclimatarme vino el Sr. Panzón a hacerme acordar que no, que acá tampoco pego ni con Poxipol.
-Tenés cara de que es la primera vez que venís acá.
-Yo venía a estas fiestas cuando tenía 19 años-dije canchereando- y después dejé de venir, y bueno, ahora vine de vuelta.
-Ah, viniste con una amiga, las dos solas a bailar.
-Sí-le dije.
-Vaya forma de divertirse.

El Sr. Panzón ahí dejó de parecerme simpático y me empezó a parecer un snob prejuicioso.

Yo creo que el Sr. Panzón no se pensaba que yo era habitué de estas fiestas primeramente por mi pelo.
Tengo un pelo DI VI NO, tirando a rubión, que decidí dejarme eternamente lacio, y que me encanta. Sí, me encanta. Sí, quizás parecería más cool si lo tuviera corto o teñido de rojo, o si tuviera rulos. Pero la naturelaza no me dio los rulos (y no tomé la decisión que tómo mi madre en los ochentas de hacerme la permanente) porque creo que la naturaleza es sabia, y en el caso de mi pelo, generosa. Cuando tenía 20 años salía con un chico que me decía que el pelo era una de las cosas más lindas que tenía. Y la verdad que tenía razón, es precioso y no me voy a privar de él, sólo por sentirme IN en las fiestas Bellepop. No, no y no.

El tema es que con los años, me empezó a importar muy poco parecer cool. Y sí, loco eso me hace más cool. Me encanta mi pelo, y es rubión, y aun así te puedo bailar Pixies, The Cure, The Clash, Morrissey, y mil cosas más.

Y a la vez que te digo esto, también te puedo decir (sí, a vos, Sr, Panzón que tiene anteojos con marco grande y por eso se cree cool) que me encanta bailar "La Rubia en el avión" y "Era muda" y Thalía, y hacer Shakirazos. Sí, y eso es lo que me hace más cool todavía. Que no me importa que vos, Sr. Panzón, ni nadie me crea cool. Ya no tengo que probarle nada a nadie. Me pongo lo que me gusta, escucho lo que se me canta, y eso no me hace querer menos a Robert Smith.

Una amiga mía, Laura, siempre me carga porque me dice que soy punk. Lau no sabe mucho de la música que me gusta a mi (cree que todo lo que me gusta en punk), y no sabe que las letras de The Cure pueden sonar muy balas en castellano. Pero como no me gusa Fito Paez, Sui Generis, Joaquín Sabina y como me vio un par de veces con algún cinturón de tachas y como tengo un cariño especial por los Ramones (que redordemos, tienen canciones super balas también, como Baby I love you) cree que sólo escucho punk.

El otro día estaba con Lau, y justo yo tenía puesta una vincha con una suerte de flor y un sweter que tenía botones con moños pegados.
-Ves, vos no sos punk, esto no es de punk. Vos sos punk rococó.- me dijo ella

Me pareció genial. Porque sí, no soy nada. No tengo que demostrar nada. Ya estoy grande para eso. O es que simplemente no tengo la necesidad.

Pero eso tiene su "costo político". Es como cuando Macri se hace el tolerante con los gays, y pierde apoyo de su electorado. Pero la diferencia es que Macri no es realmente tolerante con los gays y lo hace para para caerle bien a los jóvenes progres que lo detestan. Yo, en cambio, amo "La rubia en el avión", y las vinchas lindas, y los sweters con detallecitos femenoides y mi pelo larguísimo. Y amo a Robert Smith. Ninguna de las cosas las fingo para ser aceptada.

Hace un par de años me levanté un chico en el Podestá (ámbito parecido al de las fiestas Bellepop) que estaba totalmente anonadado porque yo sabía que el cantante de Jane´s Addiction se llamaba Perry Farrel y porque sabía que Dave Navarro había sido integrante de la misma banda y después se había ido a los Chilli Peppers y después había vuelto. Y porque podía discutir sobre música a un nivel igual que él, vistiendo un vestidito de flores y teniendo un collar que combinaba ala perfección con mis aros, y con mis zapatitos.

Tengo una educación musical, gracias a mis dos hermanas, que no necesita ser respaldada por nada.

Después de que el Sr. Panzón se fue, le dije a mi amiga:
-Hay veces que siento que me tengo que cortar el pelo.

Al cabo de unos minutos pusieron un tema de The Cure, el primero de la noche. Y lo bailé con mi melena rubiona al viento.

Y disculpe Sr. Panzón, pero lo voy a volver a bailar algún que otro sábado, en la misma fiesta y con la misma melena. Y sobre todo, sin tener que demostrarle nada a nadie.

¿Por qué?

Porque soy Punk Rococó.

Y me la banco.

sábado, 17 de abril de 2010

La fiera durmiente

No soy de esas personas que luchan por lo que es suyo. En la vida cotidiana, digo. Sí, es díficil confesar esto siendo abogada. Pero me cuesta. Es algo que tengo que trabajar todos los días. Cuando alguien se me cola en una fila, me indigno, sí, pero me cuesta horrores hacérselo notar, aunque más no sea que la persona no lo hizo intencionalmente. En realidad, en ese caso, me cuesta más, porque pienso "pobre, no se dió cuenta, no la voy a hacer sentir mal al divino botón, ya fue".

En los comercios me pasa lo mismo. Estoy mejorando, de a poco, pero la mayoría de las veces, vuelvo a mi casa, indignada, pero con la sesación de no haber luchado lo suficiente.

Hoy fui a cambiar unos auriculares de Apple que ya cambié dos veces con la garantía (son muy frágiles, che). Con las grandes marcas no me da pudor, porque siento que la despersonalización del asunto me da más impunidad.

Entro al local.

-Vengo a cambiar unos auriculasres con la garantía.

-Sí, tenés el ipod?

-Sí, lo tengo, pero ¿lo necesitás?

-Sí. Si compraste los auriculares junto con el ipod sí, los necesito.

-Ah, no, los compré por separado. Me parecía raro, porque las veces que vine a cambiarlo no me lo habían pedido.

-Ah, ¿ya los cambiaste? Se pueden cambiar una vez nada más.

-Mirá, yo ya vine dos veces y nunca me hicieron un problema, siempre que tenga la garantía y la factura. Es más, la primera vez que los cambié me dijeron que cualquier cosa vuelva.

La chica me miró. No se si será que finalmente estoy superando el temita de que me pasen por arriba o si será que me iluminé por la charla que tuve al mediodía con mi madre en la que me dijo que me veía muy aplomada y bien plantada en la vida. Pero la chica se quedó callada, y después de unos segundos dijo "Bueno" y llamó al depósito para que bajen los auriculares.

La fiera finalmente se despertó. Y la chica lo notó.

Será cuestión de ponerle el despertador más seguido.

miércoles, 7 de abril de 2010

Mimosa

Tengo un sistema inmunológico fuerte.

Me enfermo cada año y medio. No más que eso.

Cuando era chica lo que más me gustaba de enfermarme era faltar al colegio.

A medida que fui creciendo, lo que más me empezó a gustar de estar enferma fue recibir los mimos y la atención exclusiva de mi mamá.

Ni bien me siento afiebrada, lo primero en lo que pienso es en mi mami haciéndome la comida y mimándome mucho

El año pasado cuado me sacaron las muelas de juicio, fue genial. Mimos de mi mamá sumado a la OBLIGACIÓN de tomar helado. Fue como caminar entre las nubes.

Hoy volví a casa y me sentía con el cuerpo caliente.

-Ma, me tomás la fiebre. Me siento muy mal.

Cuando una tiene 25 años y una sobrina de 1 año y 4 meses son pocas las oportunidades en las que puede captar la atención de su madre.

-Me encanta cuando me enfermo porque me mimás-le dje a mi mamá sin ningún pudor.- voy a ir al dentista a que me saque la muela de juicio que me falta así me mimás.


Me tomó la fiebre y me hizo un purecito que me trajo a la cama, en la misma bandeja en la que me traia la sopa cuando era chiquita.

Me tomé algo para que me baje la fiebre.

Ya me siento mejor.

Una pena.

Tenía la esperanza de que los mimos duren hasta mañana.

jueves, 18 de marzo de 2010

¿Quién es?

El supuesto admirador secreto hizo una nueva aparación:

Anónimo dijo...

Yo no soy Maxi...

Sigue el misterio.

Finalmente se realizó la pericia caligráfica, los resultados de la especialista en lectura y escritura, tras comparar un mail escrito por Maxi y el primer comentario del admirador secreto.¿:

Maru: definitivamente es él. Coloca coma antes de "pero" en el blog. Una regla que sólo los que escriben muy bien conocen. En este mail pone coma antes de "luego", usa el "de que" correctamente y el imperfecto del subjuntivo (¡ni los de Letras lo hacen!).

Esto me valió que, al leérselo, Maxi se jactara de su escritura.

Mi otra hermana, no piensa que es Maxi, pero sí piensa que es alguien que me está haciendo una joda, porque los admiradores secretos. Ella fue la que comentó:

Anónimo dijo...
maruja, los admiradores secretos no existen.

Primera conclusión que podemos barajar: mis hermanas tiene muy poca fe en mi poder de seducción y en mis posibilidades de tener un admirador secreto.


El otro día hablé por MSN con mi prima y me dijo lo siguiente:

-¡Ay prima! A mí me pasó una vez de tener un admirador secreto, que me tenía re intrigada. Y cuando me enteré quién era me re decepcioné.

Nada podría ser más decepcionante que el admirador secreto resulte ser alguien que me está haciendo una joda.

Así que querido admirador secreto si es que realmente existís, que el comentario de mi prima no aliente tu timidez. Lo único que podría decepcionarme es tu inexistencia.

jueves, 11 de marzo de 2010

¿Admirador secreto?

Anónimo dijo...
Cada vez que te veo siento las ganas de invitarte a tomar un capuchino conmigo, pero mi timidez me lo impide.


Este comentario me lo dejaron en la última entrada, el día 5 de marzo pasado.

Lo leo estando en el trabajo.
Lo comento con mis compañeros de trabajo presentes, totalmente intrigada.
Luego de la sensación del halago y de la emoción del primer momento, le pregunto a Maxi, mi compañero de trabajo:
-¿Fuiste vos?
-¿Eh?-me replica él.
-Si fuiste vos el del comentario del blog, seguro que lo hiciste para molestarme-Maxi y yo nos peleamos un promedio de 7 veces por días, lo cual implica que, 7 veces por día, terminamos dejando atrás nuestros enojos, y volvemos a ser amigos.
-Primero:no, no fui yo. Segundo: qué triste que es tu vida si eso te genera tanta intriga.
-Pero boludo, ¡viste lo que escribieron! Y no sé quién es. Decime si sos vos ahora.
-No, no soy yo- me dice Maxi, con los ojitos para arriba, como siempre que me contesta algo con astío.
-¿En serio? Porque si sos vos, ya está, listo, no me hagas esperanzar de que es un admirador secreto.
-No, no soy yo, ya te lo dije. Mirá si voy a andar comentando tu blog.

La sospecha de que era Maxi es porque el comentario está muy bien escrito, con todas las tildes incluidas. Y además,la realidad es que, tristemente, no se me ocurre nadie más que él. (en realidad él haciéndose pasar por otro, para hacerme un chiste, patética conclusión sobre la cantidad de admiradores secretos que puedo llegar a tener.)

-¡Pero entonces quién es!- digo, delante de Maxi, y Moni que también está presente.

Me empiezo a acordar de las diferentes situaciones en las que uno puede llegar a pensar que tiene un admirador secreto.

Había oportunidades, hace unos años, que yo atendía el teléfono y no contestaba nadie. Repetía "hola" muchas veces hasta que me daba por vencida y cortaba. A mí me generaba un gran misterio, y se me ocurría que quizás era un admirador que quería hablar conmigo, pero que al escuchar mi voz, le daba vergüenza y cortaba. Al rato el teléfono volvía a sonar, y resultaba que era mi abuela, que era re sorda, y que le tenía que hablar por teléfono casi gritando y que cuando le gritaba para que escuche me decía "che, pero no grites, que yo te escucho"

Muchas, muchas veces, pensé que detrás de esa colgada de teléfono había un admirador, pero, siempre era mi abuela. ( quería mucho a mi abuela y la recuerdo a diario, pero el punto no es desmerecer el llamado de mi abuela, si no, el mundo de ilusiones que puede disparar un simple hecho en uno)

Una amiga una vez me contó que le habían dejado una rosa abajo de su casa, con el portero. Después se subió al subte, y miraba a todos los hombres con cara de "¿fuiste vos el que me mandó la rosa?", cuando, naturalmente, había sido el chico con el que ya llevaba saliendo hace un montón ( de vuelta, la intención no es desmerecer el acto de este chico, sino el disparador en el cual se convierte determinado hecho; o las ganas de tener un admirador secreto que todo el mundo tiene)

Cada vez que me llaman de un desconocido pienso que es alguien misterioso. Cuando termina siend, por lo general, o mi papá, o mi mamá, o mi mejor amiga, ya que ni el teléfono de mi casa ni el de la casa de ella aparecen en la guía. El desconocido siempre termina siendo un conocido, pero poco misterioso.


Paso a seguir: revisar mis listas de amigos en Facebook y en MSN. Tiene que ser alguno de esas dos listas, ya que mi blog lo promociono por el Facebook, y a través de mi nick en MSN.

Reviso las listas en busca de alguien que pueda llegar a ser sospechoso. Hay otra clave: el comentario dice "cada vez que te veo", eso implica cierta cotidaneidad. Busco en Facebook y MSN alguien con quien tenga cotidaneidad, pero de vuelta lo único que se me ocurre es que Maxi me esté haciendo una broma.

-¿Dale, fuiste vos?- Le pregunté por vez número quinta.
-¿Todavía seguís con eso?No te voy a responder.
-Dale Maxi, decime si fuiste vos.
-Qué poca vida tenés, eh...

Me llama mi hermana que está abajo para ir a tomar un café.

Le cuento la situación.

-Para mí es Maxi- me dice ella.
-Sí, para mí también. Pero le creo que no fue él.-dije yo
-Es él,aparte si no, ¿quién va a ser?
-Bueno che, puedo tener un admirador secreto yo.-dije yo, ofendida con la poca fe de mi hermana de que se tratara de un admirador secreto mio.-Igual, lo que me llama la atención y lo que me hace pensar que es Maxi es que el comentario está muy bien escrito, tiene todas las tildes y ningún error.
-Viste, es Maxi. Mandame algún que haya escrito él, que yo te digo si es él o no. -no se llega a ser Licenciada en Letras especialista en lectura y escritura al divino botón che.
-Bueno dale. Igual,yo puedo tener un admirador secreto che.

Vuelvo a la oficina y le digo a Maxi.
-Mi hermana piensa que sos vos.
-¿Estuviste hablando de ésto con tu hermana?-me contestó él, un poco atónito.
-Sí, obvio. Viste, encima te subo el ego.-le dije yo-¿No fuiste vos?
-No te voy a responder. Basta con eso.
-Pero dale Maxi, decime.
-Ya te dije que no.

Intrigada. Intrigadísima.Y con miedo de que termine siendo como el llamado de mi abuela. Mi abuela vendría a ser Maxi en este caso.

Me voy de la oficina y lo despido a Maxi.
-¿Seguro que no fuiste vos? Porque si fuiste vos, me lo tenés que decir ahora.
-No te voy a responder, porque ya te lo dije.
-Pero en serio, decime.
-(silencio de Maxi)
-Bueno, está bien, te creo-le dije, contenta de que el misterio y la esperanza del admirador secreto hayan quedado intacto.-Pero no fuiste vos , ¿no?
-(silencio de Maxi).
-Bueno, bueno está bien. Buen finde.

Esta entrada planeaba escribirla el sábado.

Pero estreno y algunos líos en la oficina de por medio, la estoy escribiendo ahora, hace casi una semana de la siembra del misterio.

No pensé mucho en mi admirador durante la semana. Pero no me olvidé de él.

Tengo dos cosas para decir.

1)Sr. admirador secreto, venza su timidez, y dígame quién es, al menos por mail secreto.

2) Maxi, si sos vos, decímelo de una vez.

jueves, 4 de marzo de 2010

Crónica de un capuccino

La oficina en la que yo trabajo queda en microcentro. A unas cinco cuadras de la oficina en la que trabaja mi papá.
Hoy justo yo me estaba yendo a la mañana, y él también. Así que garronié una llevada en auto. Y no en cualquier auto. Si no en la Cupé Taunus. Objeto de deseo de muchos.

-¿Vas a tomar un cortado?- me pregunto mi viejo.
-Bueno, dale.
-¿En Valerio o en Carabel?- volvió a preguntar.

Valerio es la confitería que está en la esquina de la oficina de él. Carabel es un clásico de la peatonal Lavalle. En las épocas de gloria de los cines de Lavalle, según me contó mi papá, servían más que quichicientos cafés por día. Si uno va y le pregunta la cifra al cajero de Carabel, sabe decirla. Ahora la cifra bajó. Los cines ya casi desaparecieron. Pero Carabel sigue siendo un clásico para los oficinistas fanáticos del café de parado, como mi papá. A mí me molesta un poco el temita de tomar algo de parado, porque para mí está escendido de la esencia del hecho de sentarte un poquito a relajarte. Pero mi papá es un fanático de "la barra" de las confiterías.

-No sé, donde quieras- le respndí.
-¿Querés tomar un capuccino?- me dijo- Podemos ir a tomar un capuccino de Carabel.

Así fue como fuimos a Carabel.

Me llamó la atención ver a una mujer, jóven, tomando un cortado. Carabel es un clásico emminentemente masculino. Por lo general las mujeres están acompañando a los hombres, como yo a mi papá, pero es muy raro ver a una mujer tomar un café sola ahí. Reonocí internamente su valentía y la envidié. A mí me daría mucha verguenza toma un café sola en Carabel.

Mi papá pidió los dos capuccinos.

Después de un rato los trajeron. La gracia de los capuccinos de Carabel, es que el mozo te echa la leche en la taza delante tuyo, y en ese instante, la espuma lentamente empieza a subir, hasta que queda por lo menos cuatro centímetros por encima de la taza. Es un fenómeno físico-químico hipnótico.

Mientras nos estábamos tomando el capuccino pasó el cajero (sí, el señor que sabe la cantidad de cafés que servían en las épocas de gloria de los cines de Lavalle), y le dijo a mi papá, dándole dos granos de café en la mano:
-Esto es parte del pago de la Cupé.- y se fue.
-Éste me quiere comprar la Cupé.- me comentó mi papá, jocosamente.

El Sr. cajero siempre le dice a mi papá que le quiere comprar la Cupé (para quienes no conocen la Cupé, es una belleza, es modelo '83, fue de mi abuelo, luego de mi papá, y luego yo fui la primer y única persona en chocarla).

Mi papá comentó con los mozos el partido de ayer de Argentina y Alemania. Esgrimió su teoría de que Messi no está jugando bien porque no se puede ser ídolo de la Selección a los 21 años.
-Pero Maradona jugó un Mundial a los 21.-le replicó el mozo.
-Pero ese Mundial fue un fracaso, a la Selección le fue bien cuando Maradona ya tenia 25 años.

Volvió a pasar el cajero, quien me dijo al oído y dándome un bombón:
-Después me dás la llave de la Cupé-simulando una suerte de soborno.

Mi papá pagó. Y me acompañó caminando hasta Florida y Sarmiento porque él tenía que ir al banco. En el camino, en un local estaban pasando Gardel.
-Este pibe canta bein eh- me dijo, haciéndome un chiste.

Seguimos caminando, mientras me contaba una de las tantas anécdotas de Gardel que suele contarme.

Hay mucha gente que odia trabajar en microcentro, por los autos, la locura de la gente y la angostura de las calles.

Pero a mí me encanta.

sábado, 27 de febrero de 2010

Un moncho cualquiera

Ayer fui a bailar a un boliche llamado JET. Yo no frecuento boliches. Prefiero las fiestas. He aquí por qué.Ni bien llegué me sentí sapo de otro pozo.

Todas las chicas en el boliche tenían un mini mini mini falda. Yo tenía un vestido lila divino, con el cual me sentía una mojigata porque me llegaba a las rodillas. Con el largo de mi vestido sacaba como tres minis minis minis faldas de algunas de las muchachas habitués del boliche.

Llegué, y tenía el presentimiento de que iba a durar diez minutos ahí adentro.

Me sentía Laura Ingalls. Y eso que tenía puestas mis sandalias que tienen taco, que en otras circunstancias me hacen sentir súper osada.

A la entrada tuvimos un pequeño percance porque a mi amiga en muletas no la querían dejar pasar porque no se querían “responsabilizar“ si algo le pasaba. Sí, un horror. Ando con ganas de ir al INADI. Gracias a otra de las chicas que dijo que era una vergüenza que hagan eso pasamos. No tiene mucho que ver con el relato, pero al menos siento que denuncio a quienes manejan ese boliche por discriminación. La próxima me voy con la Constitución en la cartera.

Sigo con el relato. Llegamos y nos ubicamos en un lugar con sillas, por mi amiga.De repente Bere me grita “está el gordo”, y corre a saludarlo (una forma de decir, porque es la que está con muletas).El gordo es un compañero nuestro de la secundaria.

Yo no soy de las personas nostálgicas por su secundaria. Tengo recuerdos entrañables algunos, otros no tanto, y no siento melancolía por esas épocas. No me emociona encontrarme con gente del secundaria ni del primario. No me van las cosas reencuentro. Debe ser porque siento que no tengo demasiado que contar. O debe ser porque la adultez me sienta mejor que la adolescencia, aún habiendo años de la adultez que no la pasé bien. Pero lo bueno de ser adulto es que uno se tiene que crear a uno mismo. Y a mí me gusta eso. Aunque frustra a veces. Pero esas frustraciones no las cambio ni por el viaje a Bariloche, ni por mis borracheras de adolescente ni nada. El secundario pasó y ya.

Después de saludarlo al gordo, vino a saludarme Monchito.

Monchito es un compañero de la primaria en realidad, pero que durante la secundaria lo seguía viendo de vez en cuando porquen él se seguía viendo con mis compañeros.

A Monchito le dicen Monchito porque sus nombres de pila cson Alfonso Carlos, y decirle a un nene Alfonso o Carlos es un poco raro.

A Monchito no lo veía hacía, fácil, 6 años.

Lo último que supe de él fue por mi mamá que se la encontró a su mamá por la calle.

Ah, y lo tengo en Facebook, junto con otras personas que no veo hace años y que no hablo hace años.

Monchito me vino a saludar con mucho efusividad. Le había contentado verme, y estaba con unas copas demás, con lo cual sus sensaciones estaban exacerbadas.

Monchito me abraza y me empieza a hablar; con algunas “r” patinadas:

-Maru, que bueno verte…..(Los puntos equivalen a mis interlocuciones). Sos una grossa… Sabés que yo siempre me acuerdo de vos… Te lo quiero decir. Siempre me acuerdo de tu humildad, de tu generosidad, que me dabas consejos y me prestabas plata en los recreos. Siempre me acuerdo de vos y no te lo digo porque esté borracho…. Y todas las personas que te conocen se acuerdan de vos de esa forma, así que debés estar re acostumbrada a que de te digan esto, ¿no?. …Ya sé que estoy borracho, pero, sos una grosa. Yo, hoy soy quien soy gracias a vos, en serio. Te lo quiero agradecer. Las cosas que me decías me las voy acordar hasta el día que me muera. Tu humildad, que la aprendiste de la tu familia, porque te enseñaron a nunca creerte más que nadie… Siempre me acuerdo de tus dos hermanas, para mí formaron parte de mi vida, porque siempre me trataban re bien cuando me veían… Te lo debía esto, decirte todo esto. Uno nunca sabe cómo van a salir las cosas, pero hoy tengo la oportunidad de decírtelo, y salió así. Una mina como vos se merece lo mejor. Yo después del Bayard (colegio al que fui junto con Monchito), pasé por el San Javier, por el San Martín de Tours (los otros colegios a los que fue) y vos eras la persona da la que siempre me acordé. (Abrazo) Dale, abrazame fuerte, che... Y guardate todo esto que te estoy diciendo, eh. Siempre acordatelo. Gracias por todo."

Esta conversación, habrá durado más o menos media hora, creo. Durante el transcurso tuve momentos de dudas de la sinceridad de sus palabras, y de si de repente iba a intentar tirarse encima mío. Pero no. Monchito jamás en el transcurso de esa conversación (que algunas partes seguramente habré olvidado) intentó eso. Y las cosas que decían, si bien teñidas por una borrachero emotiva, guardaban coherencia. Sí , tengo dos hermanas que lo adoraban, sí tengo dos padres humildes, y sí, le prestaba plata en los recreos. Monchito se despidió. Y siguió dando vueltas por el boliche.

Me lo volví a encontrar al Gordo:
-¡Viste qué denso que está Moncho! Ni bien te ví te lo delegué a vos, ya no lo aguantaba más- me dijo.

Sí, probablemente Monchito no me hubiese dicho todas esas cosas estando sobrio.Pero a mí siempre me dijeron que los niños y los borrachos dicen la verdad. Y yo creo que Monchito lo decía en serio. Estimulado por el alcohol, OK, pero eso no le quita honestidad a sus palabras.

Como dijo Monchito, uno a veces no sabe cómo van a salir las cosas.

Yo terminé encontrándome con retazos de quien fui en el lugar menos esperado de Buenos Aires. Y también encontrándome con los cimientos de lo que llegué a ser, en ese mismo lugar.

Después del episodio de ayer, ya no me genera tanto rechazo encontrarme a mis compañeros del colegio. Y quizás, hasta empecé a entender un poco por qué la gente se reúne con las personas que formaron parte de su infancia.

Quizás esta entrada les parezca un poco vanidosa.Pero Monchito me hizo prometerle que iba a guardar todo lo que él me dijo.Y no encontré mejor lugar que mi Cuadernito Avón Virtual.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Un mal día lo tiene cualquiera

Tener flequillo es una responsabilidad.

Cuando me lo hice, hace un par de semanas, estaba al tanto de esto, ya que me lo había hecho hace unos tres años, y sabía que las mañanas no son fáciles para el Sr. Flequillo.
Debido a esto, tuve que empezar a utilizar un objeto que rara vez uso: el secador. La naturaleza me ha dotado de un pelo lindo, debo confesar. No necesita mantenimiento de ningún tipo, y extrañamente tiene un mal día.

Pero el Sr. Flequillo es otro cantar.

El Sr. Flequillo es un poco egocéntrico, y hace que todo el esfuerzo capilar se concentre en él. Y, además, se ensuncia más que la demás mata de pelo. El otro día me levanté, y me daba vagancia bañarme sólo para lavarlo a él, y lo que hice fue mojarlo, ponerle shampoo y utilizar la pileta para lavar las manos. (técnico muy práctica que me comentó una amiga)

Yo lo que hago generalmente es bañarme a la noche, me lo seco, y me voy a dormir.

Hay veces que las mañanas son armónicas, y le doy una rápido cepillada, y estoy divina para salir.

Hoy no fue una mañana tranquila. Tampoco fue una mañana tan catastrófica como para darme por vencida y tirárlo para atras con hebillas.
Lo traté de acomodar. Más allá de que lo había secado, había algo raro en él. Como chato y expandido a los costados. Estaba muy poco dúctil. Pero creí haberlo manejado.

Llegúe a la oficina y de repente, en el reflejo de una pantalla de la computadora, ví que evidentemente, el temita no estaba controlado.

Fui al baño. Me tomé mi tiempo para acomodarlo. Me lo tiro para el costado. Quedaba más prolijo, pero medio raro, no me convenció. ¿Al costado o para adelante?
Tardo mucho, y me da verguenza, porque vienen mujeres al baño y salen y yo todavía estoy ahí, peinándome.
A ver si después comentan:
-Che, viste la boluda de la oficina de al lado, ¡ayer estuvo tres horas peinándose en el espejo del baño!

Decido dejarlo para adelante. Pobre Sr. Flequillo, todos tenemos un mal día y esperamos comprensión. Él también la merece.

viernes, 19 de febrero de 2010

Perlitas de cuarto de siglo

Finalmente hace dos días cumplí años, y estas son las perlitas dignas de bloguear:

*Soplé las velitas un total de cuatro veces: a las doce con mis compañeritos de elenco que me compraron una pastafrola riquísima; a la una menos cuarto, con mis padres que me esperaban con un tiramisú y disfrazados con adminículos de cotillones robados de algún casamiento; a la tarde con mis compañeros de trabajo con una torta que me compró Albert (mi "subjefe", muy lindo gesto), y a la noche con mi familia y amigos, en una balconeada en casa. Eso da un total de 12 deseos que pedí. ¿Será legal pedir tantos deseos en mi cumpleaños? ¿Hay alguna norma social o moral que lo impide? ¿Se me cumplirán? ¿Estoy abusando?

*El chiste de la jornada fue simular que cumplí 21 años. Es patético cuando uno llega a una instancia en la vida en que simular la edad puede convertirse en un chiste y no en una forma de entrar a un boliche o conseguir que te vendan cerveza.

*De todos los saludos escritos que recibí éste fue el que más me gusto (agradezco a todos los mensajes escritos, pero éste fue el más lindo che), el de un primo hermano de mi papá que veo muy de vez en cuando y me mandó este mensaje por bandeja de entrada de Facebook:

"Que este año que cumplís lo vivas como lo soñaste... y mejor aún !!!BesoMiguel"

*También hay podio para el mejor llamado por teléfono. Estoy en la oficina y me llaman de un núumero desconocido:

-Feliz cumple-me dice la voz en el teléfono con un tono misterioso.
-Gracias, ¿quién habla?
-Un compañero con el que cursaste hace mucho tiempo y que cumple el mismo día que vos.

Busqué en mi archivo de gente de la facultad. Enigmada por el misterio busqué y busqué. ¡El chino cabezón! El chino cabezón es un chico coreano con el que cursé una materia de segundo año, y con otro compañero de la facultad le decíamos así a raíz de una anécdota que él mismo nos contó sobre una vez que se había cagado a trompadas en un boliche porque le habían dicho "chino cabezón". Hace más de dos años que no sabía nada de él. Y, efectivamente, yo cumplo el mismo día que él, y su hermana cumple el mismo día que nosotros dos. Es más, su hermana nació el mismo día que yo.

Martín! ¿Qué lindo recibir tu llamado!- Martín es su nombre argentino. Tiene un nombre en coreano también. No le dije chino cabezón porque hace mucho que no lo veía y no sé si daba.

Así es como el chino cabezón se ganó el premio la mejor llamado.

*Conversación telefónica con mi amiga Mechy:
-Boluda, hace veinte años que compartimos nuestros cumpleaños. -me dice- Yo me doy cuenta que sólo la gente vieja puede decir que se conoce hace veinte años.

Mechy es mi amiga más antigua. Y fiel seguidora de este blog ( de hecho fue uno de los temas de conversación en la charla telefónica), así que va a morir de la emoción cuando vea su nombre escrito.

*A eso de la 1 de la mañana, cuando estaba bastante borracha di un show a mis amigos y me puse todos los regalos juntos. Hay fotos. Los cuales no van a ser publicadas en este blog.
*Al otro día me tuve que volver temprano de la oficina porque tenía resaca (con vómitos incluidos). Patético. De todas fromas, debo confesar que eso me hizo sentir jóven de vuelta, pero de una forma extraña.



Gracias a todos los que compartieron, de una u otra forma mi entrada al cuarto de siglo conmigo. Incluso a aquellos que escribieron en el muro de mi perfil de Facebook.

lunes, 8 de febrero de 2010

Experimento

Este año había decidido hacer un pequeño experimento.
Harta de la hipocrecía y liviandad Facebook en el día de los cumpleaños de las personas, saqué mi fecha de cumpleaños (que se está aproximando) de mi perfil. De esa forma, me va a saludar por mi cumple sólo la gente que realmente se acuerde y que tenga las suficientes ganas de saludarme como para levantar el tubo o utilizar la energía de sus dedos para escribir un mensaje de texto o mail en su defecto.

Quiero sólo saludos genuinos, sentidos y no superficiales. Los otros no me interesan. Así fue que saqué mi fecha de cumpleaños de mi perfil.

Seguí mi postura sin titubear, hasta que hace poco mi amigo "Birri", me habló por MSN:
-¿Qué es eso de andar sacando tu cumpleaños de tu perfil del Facebook, Maruquita? - me escribió.
-Estoy haciendo un experimento. Sólo quiero saludos genuinos este año.
-Ah, porque no me acordaba cuándo era, y me metí en tu perfil para ver cuál era y no estaba.

Esta variante no la pensé. Birri quiere saludarme genuinamente para mi cumple, se fija en el Facebook, y no está la fecha. Es decir, que mi actitud quizás hace que me pierda de saludos genuinos (vía no Facebook) de gente que usa el Facebook como una suerte de agenda. Y los saludos me ponen contenta.

Quizás tenga que volver a poner la fecha, para que esos saluditos que me ponen contenta lleguen.

Vía no Facebook, está claro.

domingo, 31 de enero de 2010

Marría, you got to see her

Me lo venía tomando bien.
Pero finalmente llegó.
Y sí, justito cuando empiezo a ver las fotos de mi Facebook-amigos que se fueron de vacaciones.
Pensé que iba a ser una heroína.
Pero no.
Mi nostalgia por mis no-vacaciones ha llegado.

Una vez estaba viendo una entrevista que le estaba haciendo Catalina Dugli a Joaquín Furriel y le estaba preguntando cómo fue la experiencia de irse unos meses de mochilero a Asia (o algún otro lugar exótico, no recuerdo bien). Y él contestó que lo que más le gustaba de viajar era la sensación de suspensión de la realidad.
Esa frase siempre me revolotea por la cabeza cuando viajo. Porque describe perfectamente la sensación. Uno deja de ser uno. O más bien, es el mismo pero en una versión "recargada".

Estando de vacaciones he hecho millones de cosas que no hubiese hecho estando en mi vida ordinaria ( no hablo de hacer un streap dance en la barra de un bar eh, no tengo anécdotas taaan jugosas). He hablado con gente que jamás en la vida hubiese hablado de no estar lejos de casa. He ido a casas de desconocidos. He ido a fogatas clandestinas en las playas serranas con niños de 16 años. He tenido más levante que todo el resto del año.

Estando de vacaciones uno deja la mochila de todos los días en casa. Y carga otra mochila. Una mochila temporaria, que lleva pocas cosas desde casa, pero que, por esa misma razón, cuenta con lugar para las cosas que traemos de las vacaciones (quienes vieron "Amor sin escalas" van a acusarme de una simple ladrona de analogías).

Hace un par de años me fui de vacaciones con mi amiga Val a los Estados Unidos de Norteamérica, a recorrer California.

Cuando alguien me preguntaba cómo me llamaba, yo le decía "María Eugenia"; en ese mometno seguía sosteniendo mi postura de utilizar mi nombre completo, porque me gusta y mis padres lo eligieron por algo. Además, me parecía que alguien se tenía que ganar mi confianza para empezar a llamarme "Maru". Ahora ya suelo presentarme diciendo "Maru, como Maru Botana"; decidí proveerle al mundo un poco más de mi confianza.

El asunto es que, como mi nombre es muy largo, terminaban llamandome Maria, pero en inglés. Es decir "Marrrría". Sí, como la canción de Blondie.

A mí me empezó a gustar mucho que me llamen así. Me hacía sentir otra persona. Era mi alter ego. Marrría era mucho más copada que Maru.

El tema que es el viaje duró sólo un mes.

-Ahora, cuando vuelva a Buenos Aires, no voy a ser más Marrría-le dije a Val.
-Vas a volver a ser Maru- me dijo Val.

Necesito tener mi dosis al año de Marrría. La extraño.

jueves, 14 de enero de 2010

Haití

Hoy a la mañana, mientras me estaba haciendo el desayuno, mi papá estaba leyendo el diario en la cocina.

-¿Como puede ser...que un país tan pobre sea tan castigado?-dijo él, casi como si no fuera una pregunta retórica, como si esperara que alguien le responda.

Yo no le respondí. Quizás porque estaba muy dormida todavía para pensar en eso. O quizás porque, por más que diga lo que diga, la pregunta nunca iba a dejar de ser retórica. Y la respuesta nunca iba a llegar.

martes, 12 de enero de 2010

Días de enero

Le estoy empezando a tomar el gustito a esto de trabajar en enero. Aquí van algunos pequeños placeres de los días de enero en una oficina.
  • Mi jefa está en Mar del Plata ( al menos hasta el viernes), con lo cual manda algún que otro mail por día, a diferencia de los 17 que suele mandar cuando está acá.
  • Puedo andar descalza sin la amenaza de que pueda entrar alguien.
  • Puedo estar con las patas arriba del escritorio (como estoy en este momento).
  • Puedo escuchar la música que quiera sin el pudor de que a mis compañeros les moleste.
  • Puedo irme a trabajar al despacho de mi jefa, que tiene un asiento sueper archi cómodo y un plasma gigante.
  • Puedo tomar mate en cualquier mate y / o termo, ya que ninguno de sus dueños está en este momento en la oficina.
  • Puedo almorzar con Moni ( la secretaria de mi jefa) en el despacho anteriormente mencionado, mirando Friends.
Enero en Buenos Aires no está resultando tan duro después de todo.

¡Ah! Finalmente, dado que ayer a la madrugada hubo una super tormenta y hoy a la mañana la temperatura había descendido 15 grados, no pude estrenarme las sandalias que me compré ayer. Fue un poco frustante, pero aún tengo en qué pensar hoy cuando me vaya a dormir. (¿Aunque, pensándolo bien, no será una señal de que las tengo que ir a cambiar y recuperar mi identidad?)

Anécdota curiosa que no quiero dejar de comentar: hoy cuando estaba saliendo de mi casa (estaba vestida bastante formal) mi padre me dijo que me era toda una empleada administrativa.
-No es un halago eso, pá- le dije
-Pero una empleada administrativa de 24 años, no de 55.
-Aún así, sigue sin ser un halago.

Entre los zapatos de taco de ayer y los comentarios de mi padre, mi identidad está siendo oficialmente ultrajada.

lunes, 11 de enero de 2010

En los zapatos de otra

Hoy salí del trabajo y esuché a dos mujeres en la calle comentando sobre las ofertas de Falabella.
Decídí ir a pispear. Agarré Florida, y me detuve en una casa de zapatos.
Le pedí al chico un par de zapatos.
El chico me trajo los zapatos.
Cuando me los iba a probar me di cuenta de que no eran lo mismos. Eran unos exactamente iguales, pero con más taco. Los que le había pedido tenía un taco, pero pequeño. Yo no uso taco. Tengo el complejo de corpachona y siento que si me pongo un taco con algunos centímetros soy un traba, y me siento muy poco sexy. Y además, me siento expuesta. Como que al estar más alto, estás más a la vista de la gente. En cambio, al estar más bajo, uno se amalgama mejor entre la multitud.
Decidí probármelos, mientras el chico me iba a buscar los otros, los de menos taco, los que usualmente, me hubiese comprado.
Estos, los más altos, me quedaban divinos. Me hacían sentir sexy, más femenina y juguetona. No sé cómo explicarlo.
Fantaseé por unos instantes con la idea de comprarme los más altos, como un acto de rebeldía a mis predecibles zapatos sin taco; como jugar a ser otra persona; ponerse en los zapatos de otra. Me empecé a imaginar a mí misma caminando por la calle Florida con esos zapatos, y me encantaba.
Vino el chico con los otros zapatos, a esta altura, los "aburridos". Me los probé; eran mucho menos vertiginosos, menos juguetones.
Yo siempre pienso a la moda como una cuestión de identidad. Hay muchas cosas que se usan, pero que no tienen nada que ver conmigo, y que de ponérmelas, estaría traicionando mi esencia. Yo elijo cada prenda con ciertas máximas que deben conjugarse: exclusividad de la prenda (no en el sentido de cara, sino en el sentido, de que no sea una prenda que se vea por doquier en la calle), originalidad (va de la mano con exclusividad) y conexión con el estilo de uno.
Tenía en un pie el zapato vertigionoso, y en el otro el aburrido.
Me pregunté por un segundo si comprándome el alto no me estaría traicionando, ya que era una zapato de moda, nada original y que violaba mi indeclinable estilo de zapato sin taco.
Me pregunté si comprándomelos, se me ultrajaría de algún modo la integridad. Pero la sensación de querer caminar con esos zapatos por la calle Florida, pudo más.
Los tengo acá, al lado mío y ya tengo el outfit para estrenármelos mañana.
Mañana veré qué pasa con toda esa neurosis de la identidad.
Pero hoy, me voy a dormir pensando en que mañana, voy a caminar por el microcentro con la frente bien en alto, y con tacos. Las vueltas que da la vida...

martes, 5 de enero de 2010

Crónica de no dar pie con bola

Luego de una jornada de trabajo agobiante, llego a mi casa con la idea de cambiarme e irme a al gimnasio, ya que podía enganchar una de esas que se dan piñas al aire, y que si bien poco aprendés de defensa personal, sirve para exorcisar algunos demonios que se cultivaron dentro de mí durante mi día laboral.
Llego al gimnasio, agarro la toalla ( mi gimnasio provee de toallitas a sus socios), subo al tercer piso. Me encuentro con las luces apagadas.
Bajo, le digo a la chica de recepción, con una expresión de muy pocos amigos .
-¿Hoy no está la clase de las ocho?
-Mauri no está.- ¿De quién me estás hablando?, no sé el nombre del profesor, sólo que sé que dan piñas al aire. Nunca me percaté del nombre del sujeto que daba la clase.
La miré con cara de que me digas más porque "Mauri no está" no aclaraba mis dudas.
-Las clases vuelven cuando vuelva Mauri.-ahí entendí que Mauri efectivamente era el profesor y estaba de vacaciones.
Genial- dije, volví a dejar la toalla, y me fui.
Volvi a mi casa, sin haber transpirado una gota, sin haber bajado una caloría y sin haber pegado una piña al aire.
Y encima el señor de abajo de mi casa, se va a preguntar por qué esta boluda sale vestida de gimnasio y vuelve a los cinco minutos.

Ah, y a la mañana me olvidé el tapper con el salpicado de pollo, un durazno y una manzana en la heladera.

Hoy, claramente, no es mi día señores.