martes, 12 de octubre de 2010

Y por fin, desde Barcelona...

He aquí viviendo en una nueva ciudad. Una bella ciudad.

Barcelona.


Hay miles cosas que uno piensa que cambiaría de sus hábitos de vivir en otro lugar. Es como cuando uno piensa que si tuviese más tiempo iría al gimnasio todos los días. Pero no es así.



Hay algunas cosas que cambian. Hábitos, sensaciones. Antes de venir, Maxi (quienes leyeron la entrada acerca del admirador secreto,saben muy bien quién es), quien tuvo mucho que ver con este viaje, y quien estuvo en mi misma situacion en esta misma ciudad, me contó de cómo la nostalgia y la lejanía le daba otro significado a las cosas. Me decía:



-¿Sabés lo que es ir caminando por calle, siendo extranjero, por la ciudad en la que vivís? ¿O la emoción de que tu mamá aprenda computación sólo para poder verte por la camarita? ¿Escuchar tango allá, ver a Ramón-su perro-, por la camarita? Eso es maravilloso vivirlo.



He aquí algunos hábitos o sensaciones que cambiaron en estos más de quince días que llevo acá.



Cosas que cambiaron:
  • la manera de interpretar las letras de las canciones: hoy me pasó particulamente con una canción de Jorge Drexler que se llama "Equipaje" (de hecho la posteé en el Facebook) y habla de Barcelona. Ay, claro, es re obvio, dirá quien lea esto. Pero la cuestión es que cuando estaba en Buenos Aires siempre pasaba está canción. Sí, claro, sabía que mencionaba Barcelona, Gaudí, y las gárgolas del Gótico, pero no me gustaba demasiado. Estando acá entro en el clima de la canción, en los momentos, en los sonidos.
  • Costumbres argentinas: siempre fui de tomar mate. Pero soy una mateadora de la tarde más bien. Al menos lo era en Buenos Aires. Y tampoco tomaba mate todos los días. Acá, una suerte de eventos y de circunstancias hicieron que desayune y meriende con mate (que me regaló especialmente mi amigo Franco, y me lo curó mi hermana): llegué y no tenía nada para comer y era fin de semana, y las calles estaban atestadas de gente, por una festividad muy importante y masiva de acá que se llama Festes de la Mercé. Sólo tenía la bolsa de golosinas que me había regalado mi prima, el mate, la bombilla y la yerba, obsequio también de mi prima. El mate y esas golosinas, que era lo unico comestible y bebible que tuve hasta que fui al super, fueron mi refugio esos primeros días. Mi gasolina.
  • Argentinidad al palo: cuando uno está allá piensa "uy, ¡un bajón, porque en Barcelona hay un montón de argentinos!" Pero me ocurrió que cuando empecé el Máster y me di cuenta de que soy la única argentina a expeción de un viejo argentino naturalizado catalán, me dio cosita. Necesitaba complicidad. Necesitaba hablar en el subte con alguien acerca de dónde conviene comprar la yerba, de la diferencia entre el Euro y el Peso, o de las similitudes entre España y Argentina. La realidad es que estando tan lejos, uno siente la necesidad de fraternizar con gente que venga de su mismo lugar. Por lo menos un poquito.

Cosas que no cambiaron:

  • La pereza: y sí, es un pecado capital (más allá de que no soy católica), así que como todo pecado es universal. La pereza existe. Siempre, donde sea. Para los que nos gusta dormir es difícil despegarnos de la cama, aunque afuera te esté esperando una ciudad que recibe no se cuántos turistas al día. Dormir es lindo siempre, y donde sea. Y despertarse es doloroso siempre, en Buenos Aires, Machu Pichu, Nueva Zelanda, China o Barcelona. Esto se extiende a la pereza deportiva. Aún estando cerca de la playa, la pereza existe, siempre. Uno piensa que no. Que en otro lado, hay cosas que cambiarían en uno. Pero la realidad es que hay cosas que nunca cambian, a menos que uno decida cambiarlas. Para que conste, he salido a correr alrededor de 4 veces. Sé que no es una gran cifra. Pero estoy contenta.
  • Perderme: con Guía T, con el mapa que me dieron en la oficina de Turismo del Ayuntamiento de Barcelona, da igual, siempre me pierdo. Es parte de mi esencia y de mi encanto. Y no hay nada que pueda hacer al respecto, más que perder el orgullo y preguntar a alguien para encontrarme de vuelta.
  • Ir por las calles sin mirar el nombre: este punto, claramente, está íntimamente vinculado con el anterior. Si estoy por el microcentro, y alguien me pregunta por la calle Viamonte, tengo que pensar mucho, tengo que hacer conexiones en mi cabeza desde los lugares que frecuento, y después, al cabo de al menos 20 segundos de trabajo relacional, puedo contestar, y con miedo a estar equivocada. No le doy bola a los nombres. Me fijo en los balcones, en las ofertas, en los carteles. Pero nunca en los nombres. Y eso tampoco cambia acá, por más que esté paseando por el Passeig Picasso.
  • La indecisión: qué celular comprar, con qué agencia. Qué café. Qué fideos. Donde ubicar mis cosas en la habitación. Cuándo poner a lavar la ropa. La indecisión es mi mochila constante, y que, naturalmente, traje sobre mis hombros hasta Barcelona.
  • Rayar zanahoria: sí. No estoy hablando metaforicamente. Rayar la zanahoria es un embole. Donde sea. No se crean que cerca del Mediterráneo es menos tedioso.

Adeu a todos, desde mi ventana barcelonesa.

2 comentarios:

  1. ai me encantooo!
    pero nose si el contenido en si, sino que ya es la 3º vez que te leo taaan bien que me emociona y enorgullese!!
    Te quiero nena y segui asi! (muy notita de la maestra en el colegio jajaja)
    Besote grande!
    Bere

    ResponderEliminar
  2. Me alegro de sentirte tan bien (como dijo Bere) y ademàs entiendo la sensaciòn de estar afuera y que todo lo que tenga que ver con tu paìs te emocione y alegre.. Ver un Argentino o escuchar el acento te pone contento y te hace sentir acompañado, por lo menos eso me pasò a mì.
    Y los vicios como la pereza son para siempre y en todos lados (eso lo entiendo mejor que nadie...)
    Espero que sigas posteando seguido asi te siento màs cerca.
    Te quiero y se te extraña nena...
    Val.

    ResponderEliminar