jueves, 29 de octubre de 2009

Esa triste sensación de haberse quedado atrás.

Quedarse atrás y/o ser dejado atrás no está bueno.
En el correr de mi vida, me ha pasado varias veces de tener esa sensación.
Remontándome a mis épocas del colegio, ser dejada atrás en las carreras de resistencia, Tess de Coupper o alguna de esas cosas, era feo. No por el hecho en sí, si no por la sensación de ser una hormiguita chiquita, que va última, que, indefectiblemente, va a tardar más que lo demás en llegar.
Otro de los momentos en el que uno se siente que se quedó atrás, es cuando uno tarda un tiempo prolongado en sanar una herida del corazón, y de repente, uno se entera que amiga,que cortó hace dos meses con el novio de hace dos años, ya anda con otro. Yo me hago el autodiscurso, de que es mejor ser dejado atrás que no vivir el duelo correspondiente, pero aún así, la sensación es que uno se quedó atrás. Como estar jugando al Pac Man y que a vos te coman siempre los monstruitos, y los otros pasen al otro nivel sin esfuerzo.
Ver a personas de tu misma edad que ya tienen en claro qué van a hacer de sus vidas profesionales, también genera esa situación. Enterarte que tal consiguió un trabajo bastante pasable, y que vos todavía no , porque, no sabés muy bien de qué querés trabajar, es, quedarte atrás.

Hoy en mi clase de entrenamiento corporal ( una clase que se trabaja elongación postura, de todo un poco y es ¡bastante difícil!), llegó el momento de un ejercicio que lo habíamos hecho la clase anterior pero a casi nadie le había salido. Uno tiene que empezar el ejercicio en posición de niño (es decir, sentada, pero apoyando la cola en talones y con el empeina apoyado en el piso). Luego por fuerza abdominal y sin ayuda de las manos, ni de nada, dando un empujón, te tenés que parar.
Como el martes lo habíamos hecho, y a nadie le había salido, yo supuse que, otra vez, a nadie le iba a salir. Que íbamos a intentarlo, e íbamos a pasar a otro ejercicio, y ya. Fin de la historia.
Pero resulta que de repente a una le salíó perfecto. Y luego a la otra y a la otra, y así sucesivamente, hasta que a la única que no le había salido era a mí.
Yo estaba desconcertada. ¿No teníamos una suerte de pacto social implícito de que el ejercicio era muy difícil y que no nos iba a salir? ¿Tan facil rompen un contrato? ¡Yo no estoy de acuerdo con romperlo!
Lo intenté de vuelta y me salió.

No por la fuerza abdominal.

No porque le perdí el miedo al ejercicio.

Sino por la desesperación de,una vez más, haberme quedado atrás.

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